NUESTRAS CARICATURAS

                    Querido Hermano TEO: hoy se cumple otro mes desde que te marchaste y te doy mi palabra de honor de que no ha pasado ni un solo día en que no te hayamos recordado.

                    Un día de verano, de este estío todavía de la pandemia, en el que salíamos los dos hermanos con Auxi, a nuestro paseo matutino por la playa de Costa Ballena, cuando la marea estaba baja y gustaba recibir la grata brisa, en nuestros muchos silencios que nos llevaban en momentos a abstraernos de todo, estuve a punto, hermano, de preguntarle a tu mujer, el porqué de no haber querido acompañarnos en este rutinario paseo...

                    El vuelo atrevido y demasiado bajo de una cualquiera de las gaviotas me volvió a la realidad del mundo y evitó mi estúpida pregunta. Hasta sentí algo de rubor. Sin embargo, pensé que todavía no te habías marchado, que permanecías en nuestro adentros, en las profundidades de nuestro ser, en ese sitio donde guardamos celosamente a nuestros seres queridos.

                    ¡Qué iluso fui en aquellos días en que luchabas con la parca! Pedía por tí de una manera hasta insolente, por mi reiteración e insistencia, para que el Señor te diera tiempo a conocer a tu Julieta; hasta tenía la osadía de pedirle un milagro... Y cuando llegó tu hora, la que nos llegará a todos, me sentí confundido y envuelto en un mar de dudas. Pero quién era yo para pedirle nada al Señor y menos un milagro... Y luego, con el paso de los días, encontré algo de consuelo en un pastor, cuando me aclaró que el pedir no era malo, aunque sea de forma insistente; pero que tuviera en cuenta que en muchas ocasiones los planes de Dios no coinciden con los nuestros y terminó su parlamento diciéndome que a lo mejor podíamos haber perdido un ser querido a cambio de encontrar en las alturas a alguien que intercediera por nosotros...

                    Y me agarré a este pensamiento.