Viernes, 23 de noviembre de 2018.
Día de los CLEMENTE.
A 181 días…
CLEMENTE, UN
NOMBRE ENTRE LOS RAROS, LOS NO CORRIENTES Y LOS NO INDIFERENTES.
SEMANA DE TEATRO
INFANTIL. EL VISO DEL ALCOR. V.
Independiente de gustos y pareceres sobre la
elección de nombres de los descendientes, es de apreciar y valorar el tener un
hijo y un nieto llamados Clemente.
El llevar a cuesta el nombre de Clemente
durante tanto tiempo, cerca de 80 años, éste me parece normal y ya ni me
resulta feo, ni raro. Y al llevarlo mi primogénito y su hijo, me siento
reconfortado y agradecido.
Hurgar en el pasado, recuperar en éste,
efemérides y anécdotas vividas, siempre resulta grato. Aunque los agridulces
condimentos contenidos en las mismas nos hagan reflexionar o cavilar, como sana
terapia para no caer repetidamente en las mismas faltas o “pecados”. Tengo una
sobrina-hermana pequeña, a la queremos mucho, que el día que se enteró que
nuestro primer hijo sería bautizado con el nombre de Clemente, envalentonada
por el “crimen” que cometieron con ella al llamarla “Melchora” y poniendo en el
mismo plano de fealdad, su nombre y el de Clemente, nos puso de vuelta y media,
tratando de mediar para que no le pusiéramos a nuestro esperado vástago dicho
nombre.
¡Ay! Pero los dichos y refranes, a veces,
sabios consejeros, quitan y ponen razón donde hay excesos de tozudez. Y uno de
estos nos viene al pelo, el de “Todo cae encima”.
Nosotros a lo nuestro,
manteniendo el tipo y el nombre de Clemente para nuestro primogénito. Nuestra
sobrina-hermana pequeña se queda embarazada, le viene una niña. Hasta aquí,
todo normalidad, espera de nueve meses y entre embarazo y nacimiento a buscar
nombre para la esperada. Y mire usted por donde, la ruleta del destino le juega
mala pasada. Explico. Su suegra, llamada Clementina, en el periodo de embarazo,
enferma y para desgracia mayor, fallece. Se acaba la búsqueda de nombre para la
neonata, en memoria de su abuela se ha de llamar Clementina. Y aquel nombre de
varón, Clemente, ya no resultaba ni feo, ni rechazable y, con seguridad, el de
Clementina (Nombre de una rica mandarina de estas tierras) disimulado con el
apodo de “Tina”, terminaría convirtiéndose en algo normal y, en ocasiones,
hasta agradable y bonito. Cosas de la vida que hoy, 23 de noviembre, San
Clemente, me permiten lanzar a los aires este jocoso, para mí, comentario
familiar.
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SEMANA DE TEATRO INFANTIL.
EL VISO DEL ALCOR. V.
(Continuación de ayer)
4. FORMACIÓN TEATRAL
La formación que avalaba
la práctica teatral de los maestros, en la mayoría de los casos, no era más que
la que podían extraer del libro titulado Veladas y fuegos de campamento, de Pascual
Lezcano y Manuel Sanahuja, con el que se trabajaba en los campamentos a los que
obligatoriamente tenían que asistir los alumnos de Magisterio, y que, nos
cuenta Pedro Oso, circulaba en copias entre los maestros ya en ejercicio. Se
componía este libro de dos partes: una primera metodológica, donde se abordaban
los campos de la expresión, de la dramatización, de los accesorios escénicos,
de las fuentes de inspiración y de las normas pedagógicas, para concluir con
una sucinta bibliografía de procedencia francesa; y una segunda parte que
ofrecía un corto repertorio de teatro breve infantil. Sobre esta base, los
maestros elaboraban sus propios materiales, basados en la práctica dramática
con sus alumnos, como así hizo el mismo Pedro Oso, que fue reconocido con un
premio en la Semana de Teatro Infantil.
Las escuelas de verano
organizadas por colectivos de maestros y profesores, asumidas posteriormente
por la administración pública, fueron también enclaves para la formación
teatral de los docentes. Javier Ros, galardonado asimismo como director en la
semana de teatro infantil, recuerda que asistió a la segunda edición de la
Escuela de Verano en Alcalá de Guadaira, curso que fue impartido por Alfonso
Jiménez Romero en forma de seminario práctico de teatro infantil y que concluyó
con la puesta en escena de una obra de dicho autor: El cuento de Juan Pimiento;
y otra obra de Nicolás Guillén: El
cuento para matar una culebra.
Toda la formación
adquirida por otros maestros procedía de su participación en los coros y danzas
organizados por la administración franquista, como fue el caso de Andrés
Espejo, quien además cursó distintos seminarios de iniciación teatral; o se la
habían procurado siguiendo los cursos de Alfredo Mantovani, o frecuentando el
magisterio de algún compañero más introducido en el mundo escénico, como fue el
caso de Bernardo Zots, con larga experiencia en el trabajo con niños de la
Inclusa; otros procedían del teatro universitario, como Martín Vega Sanz, que
había formado parte del grupo Esperpento,
y que repitió premios tanto por sus adaptaciones como por sus direcciones
escénicas en sucesivas convocatorias de la semana infantil de teatro; otros, en
fin, como Luz Cabello, tuvieron que recurrir al autodidactismo. De esta autora
queremos explicitar su testimonio, pues nos parece muy ilustrativo del trabajo
al que se comprometían los maestros:
La necesidad de que no
había textos escritos, me obligó a escribirlos. Yo comprendí que a los niños
les gustaba que hubiera algún elemento mágico, y muchas canciones, y bailes,
pero además mis textos siempre trataban algún tema que a mí me parecía
interesante para ellos. Y en cuanto a la metodología para las puestas en
escena, aprendí un poco con un libro que compré de Alfredo Mantovani, y lo
demás, de forma intuitiva, me lo iba inventando. Incorporaba a los padres para
la confección de vestuarios y escenografías. Y otras personas me ayudaban con
la música de las canciones. Así pasó por ejemplo, con la música que necesité
para la obra premiada en El Viso, me ayudó un profesor de la sinfónica de
Sevilla, que le puso música a las canciones que yo había escrito para la obra.
El trabajo con los niños
partía del estudio de los personajes, y de los textos. Discutido este primer
estadio de interpretación, se pasaba a sesiones de lectura, donde los
personajes ya iban adquiriendo encarnadura. A la vez que se daban pasos a la
dramatización escénica, se aprovechaban las actividades extraescolares para ir
dando forma a los elementos que habrían de servir de decorado, en donde se
implicaban también las familias, como se desprende de la cita anterior. De este
modo la imaginación se veía obligada a abordar la complejidad teatral en su
conjunto. Pasados ya los ensayos dramáticos, venían los ensayos generales
previos, ya con vestuario y todos los elementos de la representación. De este
modo, como si de un juego se tratara, los niños se adentraban en los secretos
del arte dramático y estimulaban su imaginación, a la vez que desarrollaban un
trabajo solidario. [Fig. 9, fig. 10 y fig. 11]
(Continuará mañana)