Lunes, 8 de octubre de 2018.
A 227 días…
EL CASCABEL Y LA TRECE.
No
sé, ni me interesan, las cuotas de pantallas de las cadenas televisivas; no sé,
ni me preocupan los ranking de las televisiones según sus audiencias; No sé, ni
echo cuenta alguna del número de seguidores de cada una de ellas; no sé, ni me
afecta desconocer quienes son los dueños de las mismas, quienes las manejan,
quienes son los beneficiarios directos de estas máquinas de abducir. No sé, ni
me importan las “castas” o los “orígenes” de los que hacen la televisión
pública o privada; No sé de sus perversas o sanas intenciones; no sé de su
colores, ni en donde se cuecen las habas televisivas; no sé nada de nada, mi
quiero saber nada del mundo de la televisión. Hasta aquí, podrían ser las
manifestaciones de un descreído enemigo o de un agnóstico furibundo de la tele.
Con todo ello, si tuviéramos todos los seres el mismo pelaje de
indiferencia hacia la televisión, siempre nos quedarían rendijas, diminutas
ranuras, pequeñas mirillas por donde asomarnos a ella, por morbo, por
curiosidad o por querencia.
Este es mi caso, enemigo de la tele. La uso para dar fructíferas y
provechosas cabezadas. Pero tengo mis mirillas, mis ranuras, mis rendijas para
asomarme a ella. Y entre estas diminutas aperturas dispongo del “cascabel” de
la “trece”, donde, a ser sincero, oigo lo que me gusta oír, donde me solidarizo
con muchos de sus televidentes, donde encuentro mi verdad subjetiva, donde espero
las buenas noticias, que siempre tardan en llegar, y desecho las malas, cuando
éstas se producen. Me siento ganador con mis ganadores y perdedor, cuando ganan
“los otros” que es casi siempre.
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