46.- ENCUENTRO I (PLAYA DE LA BALLENA)
Hoy, la mar, he vuelto a ver,
con ojos de marinero,
con sentir de enamorado,
con alma de calmo viento.
Con mis ojos te abarqué,
en mi pensar, fui tu dueño,
y paliaste mis fervores,
con la brisa de tu aliento.
Extasiado suspiré,
suspiros, furtivos besos,
que sobre tus suaves olas,
en bruma se convirtieron.
Tus aguas limpias, serenas,
hoy, de cristal se vistieron,
creando acuario gigante
debajo de claro cielo,
donde mil pequeños peces,
ignorantes de sus miedos,
sumergidos, pasearon,
en tus nítidos adentros,
mientras la chiquillería,
extrañados del evento,
con sus ojos, con sus manos,
insistían en prenderlos.
En rulos de espuma blanca,
con singular ronroneo,
te rompías en la orilla,
dejando efímero espejo,
cubriendo la fina arena,
con un salitroso velo
regado con verdes algas,
en tu lento retroceso.
Unas gaviotas curiosas,
de gráciles aleteos,
sobre tus aguas danzaban,
la danza de sus deseos,
interrumpidas, a veces,
con unos suaves planeos.
¡Quién pudiera, solo un rato,
gozar, semejante vuelo!
para escudriñar tu alma
desde arriba, desde el cielo.
Sobre tus aguas tranquilas,
buscando alivio sereno,
las gaviotas se posaban
igual que lo hacía el viento.
Varadas sobre tus aguas
y bien sobradas de tiempo,
miraban a los bañistas
en sus alocados juegos,
y testigos mudas, eran
de mi visible embeleso.
El sol, en su trono áureo,
amigo y gran compañero,
nos mandaba, sin decoro,
su aliento de craso fuego.
Para apagar los calores
y apagar ardiente cuerpo,
yo busqué, en su interior,
gratificante remedio,
un alivio deseado,
un bien recibido premio.
Yo nadé en tus frescas aguas,
buceé en tus adentros,
con ojos de par en par,
con mis sentidos despiertos,
para sentir la riqueza
que tu vientre, lleva dentro.
Fue tanto lo que nadé,
lo que duró nuestro encuentro,
que mil arrugas pintaste
en la yema de mis dedos
y, a cambio, yo te robé,
un grato frescor eterno.
El día se me pasó,
en cien cumplidos encuentros,
y cuando el amigo sol
buscó su ocaso certero,
entre los dos dibujasteis,
estampa para el recuerdo.
Al final del horizonte,
el sol, circulo de fuego,
buscando inmortal refugio,
como luna de altos versos,
él rieló, sobre tus aguas,
como fulgurante espejo,
y por tu rizada piel
miles de soles nacieron.
Al final del largo día,
sentí cansado mi cuerpo,
los goces se serenaron,
a su cauce se volvieron.
Hoy, la mar, he vuelto a ver
con ojos de marinero,
con sentir de enamorado,
con alma de calmo viento.
El Viso del Alcor, 15 de Junio de 2022
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