martes, 19 de abril de 2022

NUESTRAS CARICATURAS

                            En la hora de confeccionar candidaturas para las elecciones locales, por lo menos en las experiencias por nosotros vividas, se sabían a quienes correspondían los lugares de cabeceras, que por lógica respondían a personas con posibilidad de salir elegidas, según las previsiones de cada grupo político, y de las restantes existía un puesto que generalmente era destinado en la mayoría de los casos a seres que con su sola presencia, por sus cualidades personales, o por mil razones positivas, daban prestigio a la lista de la que formaba parte; siendo este lugar el de aquel que cerraba la lista. Por nuestra parte y en la candidatura del PA en las municipales de 1987, ese espacio fue ocupado por un extraordinario amigo, del que guardamos sólo gratos recuerdos, al que le debemos, como colectivo, muchas ayudas, tanto personales como económicas, porque su generosidad siempre fue habitual en él. Hablamos de ANTONIO LÓPEZ SANTOS. 

                            Antonio, entraba, sin duda, en la nómina de la buena gente. Era, porque ya se nos fue de este mundo, jamás de nuestros recuerdos, un hombre muy familiar, que podía presumir de la suya, de su mujer, Manolita, una magnífica conversadora, muy simpática y cariñosa en extremo, muy compenetrada con su marido, y con tres hijos, a cual mejor, con don especial de gente, los tres. A la mayor de las niñas, Esther, después de tenerla como alumna, que era un encanto, tuve la fortuna, ya de mayor, de participar en su enlace matrimonial, porque así lo quiso ella. De Fernando, qué decir que no sea bueno, trabajador incansable, de un exquisito trato con sus clientes, de una nobleza que derrama por todos sus poros y afortunado con su compañera de viaje en la vida, nuestra querida Lucre, y de la benjamina, Mº José, sólo añadir que la consideramos como de la familia, alegre por naturaleza y una excelente amiga para sus compañeras.


                            Mientras viva, nunca olvidaré aquel favor tan importante que me hiciste en un affaire desagradable con el que tuve que bregar en un momento de mi vida, cuando tu eras igual de importante, trabajando para Telefónica. Tras mi llamada, no tardaste ni cinco minutos en resolverlo. Tampoco nunca olvidaré tus ayudas generosas para nuestro colectivo, a cambio de nada y sabiendo guardar tu respetuoso silencio, para que no se enterase ni tu izquierda, lo que hacías con la diestra.                                                        Gracias, nuestro buen amigo Antonio, y de verdad te decimos que sigues viviendo en nosotros, como todos los tuyos.

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