Entrega 7, Escrito 19
LÁGRIMAS DORADAS (2ª parte de UNA SUBASTA Y
UN CUENTO)
Los abuelos cumplidos los ochenta años, algunos mucho antes, no pueden evitar el “babeo”. Pronto se alistan, sin darse cuenta, sin apenas notarlo, al solemne club del “chocheo” y del “lloriqueo”, voluntario o involuntario. ¡Qué tire la primera piedra, bien gorda, aquel abuelo que no practique, por mor de sus nietos, el “babeo”, el “chocheo” y el “lloriqueo”!
En un país antiquísimo situado al sur de Europa y al norte de las costas de África, llamado España, muy importante en pasados tiempos, vivían muchos abuelos ¡Por algo sería!
Ocupaban su mucho tiempo libre en partidas de dominó o de cartas,
españolas por supuesto, con otros veteranos abuelos; en contar batallitas
reales o inventadas; en ayudar a la familia en todo lo que sus mermadas fuerzas
le permitían, como auténticos patriarcas y, sobre todo, en cuidar de los nietos:
llevarlos y recogerlos del colegio; pasearlos por el parque; jugar, si le
quedaban fuerzas, con ellos y, de vez en cuando, contarles o leerles algún que
otro cuento de los de entonces, de los tiempos de Maricastaña y que siempre
comenzaban con aquello de “Érase una vez…”
En esta maltrecha España de hoy, por la culpa
de una desaboría PANDEMIA, muchos abuelos, héroes anónimos de siempre,
emprendieron su último viaje al llamado “más allá”, sin casi despedirse de sus
familias, por las que tanto y tanto habían luchado. Emprendieron este último
viaje sin rechistar, sin hacer ruido, dejando a muchos nietos huérfanos de
cariño, faltos de contadores de cuentos y grandes batallitas, ausentes de
acompañantes a los colegios y de otras muchas “cosas” propiciadas e inventadas
por los “abueletes”.
Yo, doblemente afortunado, por vivir y por poder contar historietas,
cuentecillos y otras zarandajas, quise aficionar a mis nietos a la bendita
lectura, utilizando como imán cuentos en los que ellos eran protagonistas. No
se me daba mal eso de inventar pequeñas historias. La penúltima trataba de una
subasta de algo muy especial para mí, la SUBASTA de mi propia ALMA, algo vieja
y cansada de acompañarme en mis luengas aventuras y desventuras. Al final de la
subasta, dos jovencitas pujaron más que los demás participantes consiguiendo
recuperar el alma subastada para devolvérsela a su dueño. Estas jovencitas
eran, nada más y nada menos, que mis nietas Martina y Alejandra que nunca
aceptarían tener un abuelo DESALMADO.
El tiempo sigue jugando a lo que se le antoja. Ahora busca LÁGRIMAS
DORADAS. ¿Dónde encontrarlas?
Las tenía tan cerca que no las veía, hasta que un destello de innata
bondad, de sincero amor las colocó ordenadamente en un bello rostro infantil.
LÁGRIMAS DORADAS por el mayor y mejor de los orfebres y doradores del universo,
El Sol en su amanecer. Estas LÁGRIMAS DORADAS, coloreadas de oro por el rey de
nuestro universo, aparecieron ante mis ojos cuando Martina terminó de leer el
cuento de “UNA SUBASTA Y UN CUENTO” y, entre LÁGRIMA DORADAS se abrazó a su
abuelo que era el personaje autor de aquella pequeña narración.
Fundidos en un fuerte abrazo, abuelo y nieta o nieta y abuelo,
descubrieron por primera y última vez las famosas LÁGRIMAS DORADAS.
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