Entrega 7. Escrito 18
LOS
GRILLOS, LAS CHOTAS Y LOS CUCOS
Pobre de nosotros si no contásemos con un amplio catálogo de personajes
salvadores. En esta ocasión es una triada de animalejos los que se prestan a
cubrirme las espaldas, a sacarme del apuro en mi tarea cotidiana de escribir de
todo y para todos. Comenzaré por los grillos, animalitos entre la cucaracha y
el escarabajo negro, pero con más arte y menos asco. Los negros grillos,
innecesario señalar su oscuro color, ya que, como el mirlo, difícil nos
resultaría encontrar un grillo blanco o albino, sestean en los crudos inviernos
y despiertan a la vida, la suya, con los primeros calores, convirtiéndose en
grandes artistas durante las calimas veraniegas. Con su monótono cric cric tratan
de convertirse en pregoneros del buen tiempo. En Costa Ballena, en el tiempo
que disfrutamos de sus bondades, sobran grillos pequeños y hermosos que, en las
noches serenas, ocultos en el abundante follaje, nos deleitan con sus variados
conciertos. Sobre todo, cuando el calor aprieta. Algunos se atreven a salir de
su hábitat natural para explorar los nuestros, los de los humanos. Y he aquí
que se convierten en pesados concertistas de dura y pura monotonía, incansables
repetidores de la única música que conocen, la del “cric cric”. A pesar de lo
dicho, me pregunto y os pregunto en este “qué sé yo”, escrito: ¿Qué serían de
las estivales noches veraniegas sin el aburrido canto de estos animalitos? Y os
lanzo una nueva pregunta algo más trascendente ¿Por qué Carlo Lorenzini (Carlo
Collodi) y posteriormente Disney eligieron a un simpático grillo, Pepito, como
valedor de la conciencia del sin par Pinocho?
Sin saber por qué, elegí de compañera de viaje de los grillos a las
chotas o a los chotos, tanto montan, montan tanto la una y el otro. Ambos son
las crías de las vacas mientras maman. Prefiero desviarme de este camino y
escribir sobre el dicho coloquial de “Está como una chota”, loca profunda.
¿Esta aseveración es verdadera? ¿Es verdad que las crías de la vaca, chotito o
chotita, están locas de atar en el tiempo de la “mamancia”? O ¿Se trata de un
invento humano, como otros muchos, para desprestigiar las hermosas ubres de
estas “señoronas” que tanto provecho nos proporcionan? En Costa Ballena, lugar
escogido para localizar esta poco razonable narración, las mujeres, en su
derecho a defender su igualdad y practicar el más duro feminismo, sin pudor y
lejos de todo complejo, se han vuelto auténtica “chotas” playeras. Cada vez son
más las practicantes del “top leds”, da igual el tamaño de sus tetitas o tetazas.
Incluso se atreven a correr, ocasionando un llamativo tintineo o un excitante
sube y baja de sus glándulas mamarias. Mientras los “chotos”, cada vez con más
descaro y menos recato, dirigen sus miradas a las crecientes desnudeces de las
locuelas “chotas”. “Chotos” y “chotas” de todas las edades y formas corporales
se están empeñando en enseñar sus cuerpecitos serranos, sin dejar nada a la
imaginación. ¿Volveremos algún día a la desnudez primaria de Adán y Eva antes
de ser engañados por la astuta serpiente? ¿Volveremos a los primitivos tiempos
de andar todos, sin llamar la atención, en “pelotas vivas”? Tiempo al tiempo.
Y, para terminar, el tercer ejemplar “costa ballenero”, el cuco.
Competidor en monotonía con los grillos del principio. Especie de tórtola
extendida por todo lugar, incansable repetidor del angustioso “cu cu” que
termina por ponernos la cabeza como un bombo, volviéndonos más que tarumbas,
después de escuchar un rato su aburrido canto.
Honor y gloria a los pesados grillos, a las locas chotas y a los aburridos cucos de Costa Ballena que me han permitido completar mi tarea diaria de humilde escribano.
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