Entrega 7. Escrito 11
VUELVO A LA PINTURA, VUEVO A LA VIDA
Del dibujo, hermano menor y siempre necesario para la pintura, no llegué
a apartarme del todo como lo demuestra el hecho de haber realizado, entre otros
dibujos, cientos de retratos a lápiz de color. Acostumbro a separar, a
distinguir como actividades diferentes la pintura y el dibujo. La pintura
necesita el soporte de un buen dibujo, sin éste, la pintura es “nada”. Un buen
cuadro siente la necesidad de apoyarse en un buen dibujo. La pintura, por
desconocimiento y abandono del dibujo, hoy, se ha convertido en objeto
decorativo y pare usted de contar. Abajo los cuentos, las mentiras y los
engaños de los defensores y practicantes de lo abstracto. Así pienso y así lo
digo, con el riesgo de que los “entendidos” me estigmaticen como atrevido y
osado ignorante.
Volviendo al tema de mi reencuentro con la pintura, con toda seguridad y
por falta de “entrenamiento”, me costará más trabajo de lo habitual cumplir la
iniciada tarea y, con seguridad, el resultado final no será el apetecido. Trato
de ser comprensivo conmigo mismo o, como señala el refranero, me pondré el
parche antes de que me salga el grano.
El
tema escogido, para mí siempre sugerente, es el Quijote enfrentado a los
molinos como si fueran gigantes. Espero que tanto el uno como los otros sean
comprensivos con mi particular manera de verlos. Quiero que sea una sorpresa
para el receptor de la obra que, sin ser exagerado, lleva algunos años
esperando ésta.
El hiperbólico título del escrito de hoy, con su carga de afectividad y efectividad, me gustaría se cumpliera del todo. Que el volver a la pintura signifique un volver a la vida, una vuelta del destierro, un renacer de las cenizas y, sobre todo, un reencuentro conmigo mismo después de un largo paseo por mi particular desierto. ¡Qué así sea!
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