Entrega 6. Escrito 4
¿QUIÉN ME COMPRA UN LÍO?
acabadito de liar,
calentito como un bollo,
recién cocido y no más,
con harina de la fina
y una pizcita de sal?
No sé de líos, señores,
fontanero o general,
soldado o cabo primero,
político carcamal,
de todo aquel que se mueve,
al son de lo militar.
No sé y menos conozco,
los líos del más allá,
donde se cuecen las habas
del mundillo celestial,
de los vivos y los muertos
y pelillos a la mar.
No sé de dónde estos vienen,
ni a dónde, creciendo, van,
si se levantan temprano,
si duermen como el que más,
si juegan con maquinitas,
si son líos de verdad.
No sé si son baratitos,
de cemento o de cristal,
sólo sé que son liosos,
líos de gran calidad,
inventados por los hombres,
que duermen bajo un sofá.
No sé cómo los políticos,
que viven a “tuto” plan
guardan en sus mochilas
líos que vienen y van,
para ser más poderosos,
para engañar y medrar.
No sé quiénes los inventan,
individuos, no de fiar,
cuerdos y locos humanos,
amantes del lodazal,
donde las aguas son turbias,
huelen y apestan fatal.
No sé dónde el lío juega,
cuando él desea jugar,
busca terreno de juego,
para poder practicar,
con otros muchos liantes,
líos, liosos de verdad.
No sé de qué está compuesto,
el lío monumental,
aquel que pasa la raya
de lo lícito o legal,
merecedor de castigo,
por lo civil y penal.
Yo monté, hace algún tiempo,
una tienda original,
no parecida a ninguna,
para vender y comprar,
líos de todas las clases,
líos para disfrutar,
líos para el veraneo,
líos para liar y liar,
líos para los secretos,
líos para el mal pensar,
líos para los tunantes,
líos “pa” Galapagar,
líos para el marujeo
y líos para llorar,
y la tienda no marchó,
por el mucho material,
por tantos y tantos líos,
cada vez más y más,
imposibles de vender,
imposibles de guardar.
Y, como siempre ha pasado,
me vi obligado a cerrar,
como otras muchas tiendas
de esta España más que “lia”.
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