jueves, 22 de octubre de 2020

En tiempo de PANDEMIA

Entrega 5. Escrito 3

LA DURA “PROFESIÓN” DE ABUELO

      ¿De verdad, es dura la PROFESIÓN de abuelo?

     En estos días que corren, o mejor, que vuelan, nadie podrá negarme que los abuelos se han convertido, por arte de “birlibirloque”, en personajes destacados en el cotidiano mundo laboral o del trabajo familiar.

     Sobre todo, las abuelas que, obligadas por las crisis y por la “costumbre” de trabajar de los hijos, para sacar adelante a la familia con todos los avíos consumistas de la nueva y muy diferente familia del hoy, se han prestado voluntaria u obligatoriamente, casi a la fuerza, a volver con más años y menos pujanza, a seguir bregando con y por su familia de antes y la nueva de ahora.

     Como premio nos regalaron un día en el calendario anual, corto premio para tanta entrega y disfrute, que todo no es solo trabajar, también gozamos de los nietos y resucitamos pasados, aunque sea como recuerdos de remotos felices tiempos. Si no fuera por lo anterior y por la cuantía astronómica del sueldo recibido que, a veces, nos cuesta el parné propio, estaríamos hablando de un aprovechamiento descarado, de una grande explotación, consentida y, en ocasiones, hasta aplaudida.

     A estas alturas de la repetida película, no es tiempo de quejas, de malos modos, de rebelión familiar y de otras muchas zarandajas. La aceptación es la norma y a cumplirla, que ni llega a ser gerundio y al que le toca, le ha tocado. A disfrutar que nos quedan unos pocos de telediarios, aunque estos es mejor no verlos y mucho menos escucharlos y, en tiempo de pandemia del coronavirus mejor es borrarse del mapa televisivo.

      La primera y más importante de esta normalidad, nueva o vieja, es quedarse con los pequeños mientras dura la jornada laboral de sus “papases”, con la consiguiente obligación de llevarlos al cole, si tuvieran edad para ello, sin olvidar recogerlos; la segunda y no menos importante es darles de comer, si la jornada de trabajo de sus progenitores es continua; no olvidemos la siestecilla de rigor y el entretenimiento de estos entre col y col, tiempo en el que recordamos y ponemos en práctica todo nuestro saber de padres jóvenes ya bastante maduritos. Si la jornada se alarga, paseo, cena y pijamitas y, para nosotros, sufridos abuelos, hora de que se marchen, sin olvidar los besitos de despedida y el reconocimiento de nuestro trabajo de ”peruanitos”. Y a rezar de que ninguno de los pequeños enferme y que nuestras fuerzas no mengüen. Sería fatal para la marcha del “negocio”. Y dicen las malas lenguas que estamos siempre quejándonos y que, como “castigo”. no nos van a dejar a los pequeños. Afortunados seríamos si ello ocurriera. Las lenguas fáciles yerran con frecuencia, pues que tendrían que hacer y padecer si ello ocurriera.

     Podría seguir narrando las una o mil peripecias de los abuelos de hoy, padres que fuimos ayer de manera diferente y que, sacamos adelante, con arte y sabiduría, legiones de preciados hijos. Hoy repetimos la historia con otros personajillos queridos, sangre de nuestra sangre, hijos de nuestros hijos.

     Homenajes no queremos, los sueldos para el vecino del quinto que le hace mucha falta, nos conformamos con poco, con unos pocos de abrazos y besos y algo muy importante en la vida, una pizca de RECONOCIMIENTO.



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