Entrega 5. Escrito 2
POEMA DE LOS APLAUSOS
basta con tocar las palmas,
golpearse las manitas
de manera acompasada,
con mayor o menor fuerza,
con pocas o muchas ganas.
Hoy
se aplaude a todo el mundo,
por mérito o pura guasa,
por destacar una obra
que al aplaudidor agrada,
por recalcar una acción
heroica o sobrehumana.
Desde
pequeño aprendemos,
como cosita obligada,
con pegadizas canciones,
a sonar menudas palmas,
palmas que, a todos los padres,
les parece una monada.
De
mayor, es otra cosa,
las palmas hay que pagarlas,
merecerlas como premio
y, en bravo pulso, ganarlas,
puro dogma, recompensa,
para gloria de las almas,
por ello nunca diremos
que el aplauso es cosa vana,
o chusco amaneramiento,
de la masa aborregada.
Hace días padecí,
el síndrome de las palmas,
un aplauso inoportuno,
de aquellos que hoy nos mandan,
dedicados a su jefe,
fue la disonante causa
que, como sonoro canto,
me produjo poca gracia,
temiendo que aquella burla,
se torne en dolosas lágrimas.
Señores de este gobierno,
olvídense de las palmas,
que estos pérfidos aplausos,
traen aires de venganza,
de odios almacenados,
de rencores a mansalva,
que nada bueno predicen,
que mucho malo descargan,
sobre la tierra y los aires,
de nuestra querida España.
¡Cuidado con los aplausos,
con las palmas desmadradas,
que el viento de Lucifer,
carga, en silencio, las armas
y, en un santiamén de miedos,
ellas solas se disparan!
¡Cuidado señor presidente,
con la costumbre malsana,
el aplaudirse a si mismo,
egocentrismo, no falta,
bastante de narcisismo
y, para otros, las palmadas,
que suenan de otra manera,
y nos alegran el alma!
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