Entrega 1. Escrito 17
ANTES, AHORA Y DESPUÉS…
ANTES, cuando aún no conocíamos el “coronavirus”, nuestras vidas eran,
según el estatus particular de cada uno, placentera, aburrida, monótona,
gratificante, despreciable, vulgar y un casi infinito catálogo de mejores o
peores estados de “estar”, en la época que nos tocó vivir. En ese ANTES que nos
parece, hoy, muy lejano, aunque sólo hallamos consumido un “breve rato” de
nuestras vidas, sin dejar de ser lo que éramos y que, ya no volveremos a ser
nunca, jamás de los jamases, con conciencia o inconscientemente, nos ofreció el
malvado “coronavirus” sus perversas intenciones y, a la par, el regalo
inapreciable de una posible mutación del hombre, en hombre nuevo y mejor.
En
ese ANTES, los hombres, engreídos y equivocados dueños del mundo, abducidos por
la posesión, el poder y la gloria, pájaros desmemoriados de sus orígenes y de su
pasado; egoístas mantenedores de las miserias ajenas; deshumanizados
practicantes del todo vale, nos negamos a ver los daños, las atrocidades, las
barbaries, los olvidos de los más desfavorecidos, como “panes nuestros” de cada
día y, para más “inri”, dejando para unos pocos, la ingente tarea salvadora del
hombre pobre, ¡pobre hombre!
En
ese ANTES todo tenía su desagradable duplicidad: riqueza o miseria, bienestar o
supervivencia, verdad o mentira, todo o nada, sin que nos esforzáramos en
romper esta grosera y miserable partición. Y así el ANTES, que no nos gustaba a
casi nadie, se hizo fuerte y dueño de lo divino y de lo humano deshumanizado,
convirtiéndonos, a la gran mayoría, en adocenados personajes, en ordinarios y
mediocres protagonistas de una historia apocalíptica, en una soldadesca de
poseedores de todo y una caterva de desfavorecidos desprovisto de todo. No
existía, de momento, la posibilidad de cambio hacia el bienestar de todos, pura
utopía.
Y
llegó el AHORA, y sin apenas darnos cuenta, sin comerlo ni beberlo, nos
convertimos en carne de cañón, en conejillos chinos, en ratones de
laboratorios, en receptores de papeletas de una cruel muerte, sobre todo,
aquellos catalogados de “ancianos”, de parcelarios de riesgo, la mayoría
“arrecogidos” en “Residencias de Mayores”.
Y
el AHORA, mudó su brevedad por largueza en el tiempo y macabra crueldad en su
hacer. Y el AHORA se eternizó, se envalentonó y nos birló nuevas, medianas y
viejas generaciones del HOY.
Menos mal que el AHORA, a cambio de su lúgubre trabajo, nos permitió
destapar los mejores sentimientos humanos. La entrega, el amor, la solidaridad,
las ayudas, el socorro y otras muchas benditas pasiones se convirtieron en algo
cotidiano. Los reconocimientos, vestidos de sonoros aplausos, se adueñaron de
la hora octava de todas las tardes y los balcones y terrazas se convirtieron en
pequeños escenarios, espacios de sana convivencia, en este obligado encierro,
al que no le vemos el final.
Y en el DESPUÉS, todavía algo lejano, ¿Qué nos espera? Si es que aún
tenemos arrestos para mantener viva la ESPERANZA. ¿Será ÉSTE un DESPUÉS para
celebrar o un DESPUÉS de amárrate los machos, de los que se parecen a una nueva
dolorosa pandemia? Confiemos en que ocurrirá lo primero y que el nuevo hombre
que resurja de este mal parto (eliminados los viejos políticos y los
inservibles politiqueos) sea capaz de reconstruir, con novedosas ideas y
mejores haceres, un NUEVO MUNDO.
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