Jueves, 11 de abril de 2019.
A 43 días…
LAS COSTUMBRES
Cumplido tiempo de ilusión. Ochenta años no
se cumplen todos los días. Superado y agotado plazo de grande celebración y cada
día más cerca de las Bodas de Oro, mantengo la COSTUMBRE diaria de asomarme,
con renovadas energías, y con un nuevo monólogo a nuestro blog Calabuig2.
Cambié
hace unos meses, sin apenas notarlo, el mono de trabajo de hacedor de carruajes
de sueños y de golosinas por el añorado disfraz de aprendiz de juglar de este
Alcor nuestro, tratando de mantener la COSTUMBRE de escribir, todos los días un poquito,
un rato.
Las
COSTUMBRES, irremediables ocupantes de gran parte de nuestro pasado, compañeras
inseparables de presentes y futuros, hoy quieren ser protagonistas en este
monólogo y demandan que se escriba de ellas. ACOSTUMBRADO a vivir con las
COSTUMBRES a cuesta y aceptarlas como
inevitables, me dispongo a proclamar sus excelencias y a criticar sus maldades.
Cuando
escribo, tengo por COSTUMBRE rodearme de buenos, silentes y sabios amigos.
Recurro, en primer lugar, a la ayuda inestimable del Diccionario para mejor
conocer a la fiel compañera COSTUMBRE, y éste, con su ACOSTUMBRADA maestría, me
enseña que COSTUMBRE es la manera de
obrar establecida por un largo uso o adquirida por la repetición de actos de la
misma especie. Me recuerda igualmente que, COSTUMBRE es una práctica muy usada que termina por convertirse en
norma o precepto.
Con
sana intención pedagógica, mi amigo el Diccionario me advierte y llama mi
atención para no confundir COSTUMBRE con LEY. La COSTUMBRE es tácita,
callada, silenciosa, no se expresa pero se sobreentiende siempre. La Ley , por el contrario, es
expresa, explicada, proclamada y escandalosa, a veces. La COSTUMBRE procede de los
hombres y la Ley nace del poder. La COSTUMBRE es anterior a la Ley y estaría dispuesta a
seguir con nosotros, los hombres, si un feliz y utópico día desaparecieran, por
innecesarias, todas las Leyes humanas.
En
las sociedades primitivas, las COSTUMBRES regulaban todas las conductas y los
comportamientos humanos. En las sociedades modernas, las COSTUMBRES ocupan los
huecos que dejan las normas escritas y las Leyes.
El
Diccionario, incansable educador, me recomienda diferenciar COSTUMBRE y TRADICIÓN.
COSTUMBRE es simplemente un uso, una práctica repetida y Tradición implica
siempre idea de valor o de conveniencia.
Para
completar el monólogo de hoy, como de COSTUMBRE, busco celebres citas que
avalen la aceptación o el rechazo del tema elegido. Prescindiendo de sus
autorías, selecciono unas pocas que, sin duda, ayudarán a mejor comprender que
la vida de los humanos no es más que un tejido hilado con repetidas COSTUMBRES.
Las buenas COSTUMBRES son casi siempre más fuertes que las mismas Leyes. Las
COSTUMBRES nos toman en la cuna y nos abandonan en la tumba. Las diminutas cadenas
de las COSTUMBRES son demasiado delgadas para sentirlas, hasta que llegan a ser
demasiado fuertes para romperlas. Cuantas más COSTUMBRES tengamos, menos libres
e independientes seremos. Las COSTUMBRES son murallas de piedras hechas de
pasados que atan al presente.
Después
de tanta cotidiana COSTUMBRE, de tanta repetición y de tanto hacer y deshacer
por COSTUMBRE, siempre nos topamos en la vida con algún que otro nefasto
DESACOSTUMBRAMIENTO, y por más que se empeñen algunos interesados moradores de
este viejo Alcor y de otros predios alejados, no puedo ni quiero ACOSTUMBRARME:
A la nocturnidad alcohólica de nuestros jóvenes y de bastantes mayores. A los
pocos escrúpulos de los propagadores de la ruina física y mental de los
hombres. A la violencia machista sea de “genero” o no. A las mortíferas
velocidades. A la frecuente corrupción, a los falsos milagros, a las epidemias
de falsos mesías, a la sórdida telebasura, a la violencia, a las guerras, al
terrorismo, a las generosas y criminales hambrunas y a un sinfín de inventos
del hombre moderno que, sin quererlo ni saberlo, se está MALACOSTUMBRANDO a
tolerar y a fomentar un salvaje, macabro y destructor egoísmo, antesala de
impensados e irreparables males mayores.
Por
COSTUMBRE no quiero terminar con el amargor de lo apocalíptico; sí, con la
esperanza de encontrarme y vivir con un hombre ACOSTUMBRADO a dar, a darse, a
compartir, a celebrar lo bueno, a levantar al hermano caído y a elevar a cotas celestiales,
la condición humana. Y acabo con el deseo de que las buenas COSTUMBRES se
esparzan y derramen, como bendita agua, por todos los rincones de este nuestro
Planeta Tierra. ASÍ SEA.
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