Miércoles, 20 de marzo de 2019.
A 60 días…
Inscritas ya en el libro del pasado, las
típicas, tópicas, necesarias e importantes
celebraciones de “Día de la MUJER”; cumplido el anual éxodo carnavalesco
de muchos visueños a la querida “Chipiona del Alcor”, a la “tacita de plata” y
sus alrededores o al litoral onubense, y saboreando anticipadamente los aromas,
los encantos y las alergias de la cercana primavera, El Viso, como otros
pueblos y ciudades de nuestra querida Andalucía, vive ocupado y centrado en los
preparativos de sus dos próximas y grandes Fiestas de la CRUZ, la del sumo
dolor y la de la desbordante alegría, de las cuales daré particular cuenta en
posteriores asomos a Calabuig2.
Este callado y silente quehacer, este
recogimiento de muchos moradores de este alcor nuestro, va, durante un corto
periodo de tiempo, adueñándose y absorbiendo gran parte de nuestra actualidad,
obligándome a escoger, para este decir diario, temas de siempre, del ayer, del
hoy y del futuro. Temas de permanente actualidad, que a la gran mayoría de los
humanos nos preocupan, nos confunden y, la mayor de las veces, nos inquietan y nos aturden. Se tratan del DESTINO y de la
LIBERTAD.
El DESTINO, ya venga vestido de HADO, de
SINO, de DIVINIDAD o de VOLUNTAD DIVINA, para muchos humanos, regula de una manera fatal los
acontecimientos futuros y, para esos mismos, sirve de bálsamo curativo, de consuelo, de frágil y cómoda aceptación
conformista, cuando el pasado golpea con calamidades o desgracias.
Según mi gran amigo el “Diccionario”,
sabio contenedor de los muchos significados de las palabras, al que recurro con
asiduidad, DESTINO es:
El
encadenamiento de los sucesos considerado como necesario y fatal. Y así oímos: “Se dejó llevar resignadamente por el DESTINO”. Es la
circunstancia o situación a que una persona o cosa ha de llegar
inevitablemente. “Era su DESTINO”. Es el uso o aplicación que se da a
una cosa para determinado fin. Y decimos “Le dio un buen DESTINO”. Es el
empleo u ocupación. Consiguió un DESTINO extraordinario.
Es el lugar
o establecimiento en que una persona tiene su empleo o el lugar a donde se
dirige una persona. Con frecuencia oímos las expresiones: Tiene su
DESTINO en Sevilla o llegó sin problemas a su DESTINO”.
Los humanos, limitados en el mucho saber y
en los grandes conocimientos, dueños de manifiestas pedanterías, amos de torpes
engreimientos e íntimos amigos de doña ignorancia, nos movemos con frecuencia
entre la dualidad extrema del libre albedrío, de la LIBERTAD como motor de
nuestro final DESTINO, y del determinista y fatalista DESTINO, como dueño,
señor y anulador de nuestra LIBERTAD.
Para no perderme entre los oscuros
callejones de la LIBERTAD y del DESTINO y para no aburrirles con profundas
disquisiciones filosóficas y religiosas, recurro, como en otras ocasiones, a
enumerar algunas celebres citas que, con seguridad, nos harán reflexionar sobre
el caprichoso, juguetón, desconocido y, a veces, cabreante DESTINO y, de paso, sobre la grandeza de la
LIBERTAD humana. Luchar contra nuestro DESTINO es como el combate del manojo de
espigas, que quisiera resistirse a la hoz, en los tiempos modernos, contra las
potentes segadoras. Lo que deba ser, será. Ni permaneciendo quieto toda su
vida, sentado junto al fuego de su hogar, puede el hombre escapar a las
sentencias de su DESTINO. El hombre no labra su DESTINO, lo soporta. Casi
siempre encontramos nuestro DESTINO por los caminos que tomamos para
evitarlo. El que nace para morir ahorcado,
nunca morirá ahogado. El alma del hombre se parece al agua; el DESTINO, se
parece al viento. Los hombres no hemos comprendidos que somos ciegos y sordos,
que venimos de la noche para volver a la noche sin saber nada de nuestro
DESTINO. El DESTINO baraja nuestras vidas y nosotros la jugamos. Cada cual se
fabrica su DESTINO y el hombre que es capaz de cambiar su pensamiento, es capaz
de cambiar su DESTINO.
El DESTINO, como atrayente y, a la par,
desesperanzador juego inventado por el hombre para acallar y disimular su corto
poder en el magno universo en que nos movemos, presenta, como casi todo lo
humano, múltiples y diferenciadas parejas de caras o caretas. El dolor y la
alegría se hermanan en el DESTINO; la gloria y el fracaso se pasean juntas de
la mano del DESTINO; la vida y la muerte son regaladas y robadas por el
DESTINO, y hasta la realidad y la fantasía se vuelven marionetas del DESTINO.
No puedo, ni quiero aceptar como verdades
las frecuentes expresiones populares que, en las suertes o las desgracias de la
humana vida, sentencian con firmeza irreversible y con descarado conformismo el
pasado, el presente y el futuro de los hombres. Expresiones como: “Era su
destino”, “Estaba destinado para él”, pregonan la inutilidad y flaqueza de la LIBERTAD
humana, anulan el sentido de responsabilidad al obrar y nos convierten a todos
en peleles dependientes y manejados por una fuerza superior y desconocida llamada
DESTINO.
Cuando ocurre algo en nuestras vidas,
grande o pequeño, alegre o triste, importante o irrelevante y oigo la
expresión: “Estaba escrito”, me resisto a creer que pueda existir un libro
capaz de contener, desde el principio de los tiempos, la historia detallada de
todos los seres de la creación y mucho más me cuesta creer en la existencia del
escribano de ese extraordinario e infalible libro llamado DESTINO.
Y a pesar de mi incredulidad en el
DESTINO, de mi resistencia a creer en su existencia y del propósito de alejarme
de él lo más posible, en cuanto me descuido, me convierto en desconcertado
feligrés, en adicto seguidor y en empedernido creyente del
DESTINO.
Para consuelo de este modesto escritor,
me figuro que a la mayoría de ustedes les ocurrirá, en mayor o menor grado,
algo parecido a lo que a mí me ocurre, con lo cual, al compartir debilidades y
flaquezas humanas, nuestros DESTINOS serán muy parecidos y si así no fuera,
tendríamos que quejarnos seriamente al inventor del injusto DESTINO.
El DESTINO, sin quererlo, sin saberlo y
desconociendo si existe o no, termina por convertirse en un permanente e
inseparable amigo y compañero de todos nosotros a lo largo y ancho de nuestras
breves vidas. Soporta éste, la pesada y descomunal carga de ser el responsable
final de todo lo que nos ha ocurrido, nos ocurre y nos ocurrirá a todo el
género humano. El inventado DESTINO, con
alma de ordenador gigante, programa todos los átomos de vida humana, negándonos
el valor del LIBRE ALBEDRÍO. ¿Será el hombre del recién inaugurado tercer milenio
capaz de desterrar el DESTINO al olvido? ¿Será el moderno hombre capaz, con la
ayuda de su LIBERTAD, de derrotar y destronar al poderoso DESTINO? ¿Será el nuevo hombre capaz de desterrar al
DESTINO al increíble mundo de los cuentos infantiles, devolviéndonos la fe y la
esperanza en la LIBERTAD?
Ahí quedan esas preguntas, para que
otros hombres más lúcidos y sabios, las respondan acertadamente. Mientras
nosotros, frágiles mortales, nos seguiremos moviendo, como despistados y
desorientados electores, entre el DESTINO y la LIBERTAD o entre la LIBERTAD y
el DESTINO, sin saber que escoger o con cuál de ellos quedarnos.
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