La avaricia rompe el saco,
dice un dicho popular;
aunque piense el avariento
que su ambición no es un mal,
sino todo lo contrario,
fuente de felicidad.
Este afán tan desmedido
de riqueza material
puede ser causa de dicha
e igual de triste final.
Cuánta gente tuvo mucho,
sin saberse conformar,
faltándole en cada instante
algo más que atesorar,
sintiéndose acongojado
por querer el más y más,
recurriendo a malas artes
para su avidez saciar,
terminado en el cadalso
y sin poder disfrutar.
Cuánto mezquino usurero
sólo practicó el guardar,
abusando en el interés
aplicado a su prestar,
estrujando al pobre y débil
en triste necesidad;
pero que en llegando la hora
del duro trance final,
en el que todos se igualan,
pasto de larva será,
llevándose la tristeza
de nada poder llevar,
por su saco más que roto,
vacío, para el más allá.
Cuánto ruin y miserable,
egoísta en su transitar,
queriéndolo todo y todo,
olvidando a los demás,
supo llenar sus alforjas
hasta hacerlas reventar,
no sirviéndole de nada
su penoso acaparar,
pues terminó en igual hoyo
a la hora de la verdad.
Porque el saco siempre rompe
si lo llenamos de más,
sea por mala ambición,
la avidez de capital,
la absurda tacañería
o la avaricia letal.
Quizás le vaya mejor
por su generosidad,
al que en lugar del tener
se preocupe por el dar
y el mundo sería distinto
con la sana caridad,
donando con una mano
para con la otra ignorar.
dice un dicho popular;
aunque piense el avariento
que su ambición no es un mal,
sino todo lo contrario,
fuente de felicidad.
Este afán tan desmedido
de riqueza material
puede ser causa de dicha
e igual de triste final.
Cuánta gente tuvo mucho,
sin saberse conformar,
faltándole en cada instante
algo más que atesorar,
sintiéndose acongojado
por querer el más y más,
recurriendo a malas artes
para su avidez saciar,
terminado en el cadalso
y sin poder disfrutar.
Cuánto mezquino usurero
sólo practicó el guardar,
abusando en el interés
aplicado a su prestar,
estrujando al pobre y débil
en triste necesidad;
pero que en llegando la hora
del duro trance final,
en el que todos se igualan,
pasto de larva será,
llevándose la tristeza
de nada poder llevar,
por su saco más que roto,
vacío, para el más allá.
Cuánto ruin y miserable,
egoísta en su transitar,
queriéndolo todo y todo,
olvidando a los demás,
supo llenar sus alforjas
hasta hacerlas reventar,
no sirviéndole de nada
su penoso acaparar,
pues terminó en igual hoyo
a la hora de la verdad.
Porque el saco siempre rompe
si lo llenamos de más,
sea por mala ambición,
la avidez de capital,
la absurda tacañería
o la avaricia letal.
Quizás le vaya mejor
por su generosidad,
al que en lugar del tener
se preocupe por el dar
y el mundo sería distinto
con la sana caridad,
donando con una mano
para con la otra ignorar.
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