Domingo, día 20 de agosto
LA PLAYA COMO OBSERVATORIO DE LA CARNE HUMANA
Aparte
de que huela, de que nos atraiga de que para algunos sea motivo de condenación
y para otros, causa de la mayor de las felicidades; aparte de que unos las
prefieran gordas y de que haya gustos para todos los tipos y tipos para todos
los gustos…; es indudable que puede
convertirse en un centro de interés para la observación de cualquier veraneante
aburrido, pudiendo dar hasta materia para una reflexión filosófica y no digamos
para rellenar páginas y más páginas de estadísticas, aunque sus elementos sean
limitados y se cuenten por unidades diferenciadoras y a lo sumo por pares.
Quitando
su envoltura habitual de las circunstancias estivales, que cada vez se van
acortando más en las damas y alargando en los caballeros, como si a las
primeras les estorbaran las prendas para lucir las propias y a los segundos,
simular cubriendo lo que se imagina y
que también serviría para elaborar un buen y monumental tratado, es curioso
comprobar, a bote pronto, lo diferente que somos y en lo diferente que nos
convertimos.
Dejando aparte el rostro, que ya es bastante diferenciador, aunque sólo tengamos un par de ojos, orejas y agujeritos en la nariz en pieza única y una boca, si posamos nuestra mirada en, por ejemplo, la cintura, las caderas, los glúteos por detrás y las mamatorias por delante, podremos comprobar que no hay dos iguales y que los calificativos serían múltiples, las líneas variadísimas, los volúmenes variopintos y los apetitos disimulados terribles, en función, claro está, el catálogo combinado de los citados elementos expuestos a la observación. En definitiva que tratándose de gustos, de "carnes" expuestas al sol hay para escoger y para desechar y eso que como señalaba antes sus componentes son reducidos y nuestra vista no llega a las interioridades, que amén de complicar la observación si fueran más, serían motivo de otro apartado.
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