Lunes, 10 de septiembre de 2018.
A 255 días de las BODAS DE ORO
¡Y DE QUÉ ESCRIBIMOS HOY?
¿Y de qué escribimos hoy? ¿De viejos o nuevos tiempos; de buenas o malas jornadas; de ayeres, caminantes del olvido; del pobre y breve, hoy, del incierto mañana, cargado de secretos y misterios por descifrar?
El teclado del ordenador, frente al cual me encuentro y su blanca pantalla, emborronada con unas pocas palabras, inconsistente, de momento, prólogo de un no sé qué, por descubrir y por escribir, se convierten en fieles colaboradores de mis cuitas.
Ya saldrán los temas, los argumentos, los testimonios; ya me llegará la inspiración; ya, las tinieblas de mis dudas, se disiparán y me permitirán cumplir con la tarea del día. Y si estos no aparecen, y si estos me abandonan, siempre me quedarán resquicios, pequeñas ranuras por donde escapar a otras cosas, mariposas volátiles.
Y ¿De qué escribo hoy? En singular, aislado de todo y de todos. Alejado de las ideas, luchando con mi pensamiento por desentrañar parcelas cotidianas de este mundo, minúsculos átomos de particular e interesada vida; por escudriñar, en los recodos de mi yo, donde moran mis intereses, mis apetencias y mis gustos.
Y ¿Con qué y con quién me quedo? ¿Con el silencio y la mudez del fracasado? ¿Con la apatía del conformista? ¿Con los cantos de sirena del perdido? ¿Con las hieles de los derrotados? O sigo discurriendo sobre lo noticiable, sobre una raquítica actualidad que no me interesa, que no me llena, ni me invita a reconocerla.
Y sigo erre que erre con la cantinela de qué escribir, de quién contar algo, a qué dedico mi decir escrito, a quién coloco en la picota de mis subjetivas apreciaciones escritas. Y al término, acabo sonrojándome de mis carencias, de mis delirios de escritor, de mi pobreza de prosista. Y me autocastigo, sin piedad, por no haber sido capaz de encontrar nada sobre lo que escribir, sobre lo que versar, sobre lo que contar.
Y mañana será otro día, con sus todos y sus nadas, con sus luces y sus sombras. Y mañana, por cumplir mandato o ya, antigua promesa, volveré limpio de polvo y paja, a colocarme delante de mi pantalla y mi teclado, para defender y proclamar mis aspiraciones de prosista, mis pretensiones de ensayista y mis anhelos de ser poeta...
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