Viernes, 24 de agosto de 2018.
A 272 días de las BODAS DE ORO
Y HOY, ¿QUÉ?
Hay días sordos, ciegos, mudos, intocables, inodoros, en que nada es noticiable, nada del transcurrir cotidiano tiene entidad para ser contado o comentado. Sordo por los sobrados silencios, por los monótonos sonidos del día; ciegos por el adormecimiento que produce el ronroneo del mar y la pobre musicalidad de las conversaciones humanas, salpicadas de aburridos ladridos de canes veraneantes; mudos por la ausencia de gratos sonidos; intocables por su etéreo transcurrir e inodoros por la falta de aromas despertadores de secretos o de olorosos descubrimientos.
¿Qué tendríamos que hacer para cambiar el “malaje” de estos siniestros días? ¿Qué podríamos hacer para transformar estos “esaboríos” días, en días “normalitos”?
En primer lugar, dejar de tanto adjetivar, de tanto señalar a las cosas, cualidades, bondades o atributos humanos. En segundo lugar, en atribuir pecados nuestros a periodos de tiempo más o menos breves que nos parecen insignificantes e inservibles. En tercer lugar, por olvidar que personificar objetos o cosas, dotándolos de sentidos, es fruslería barata. En enésimo lugar, en que los días no son nada sin los hombres y que son estos los que padecen ceguera, sordera, incapacidad para tocar, saborear u oír.
Hubiera sido mejor decir que hoy me cegué momentáneamente, que enmudecí por aburrimiento, que perdí el tacto, que mi olfato padeció ofuscación y que dejé de saborear mis horas. En resumen, que, inconsciente, deje escapar un día, que lo perdí para siempre, sin darle mayor importancia. ¡Qué estupidez, con lo caro que vale un simple segundo de tiempo! ¿Cómo dejar escapar los muchos segundos que tiene un día? ¿Cómo no valorar lo valioso de un día?
Y, hoy, ¿Qué? Pues a vivir y a sacarle el mayor jugo posible a la vida, a los días y a los segundos y a todo lo que signifique “Ser y Estar”.
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