37.- MILAGRO
Silentes gritos de tedio
se esparcieron envalentonados
sobre los míseros caminos
de aquel hombre desesperado.
Las dosis de aburrimiento,
ingeridas desde su inexistente infancia,
engendraron en su mente,
desabridas desganas,
bruscos pasotismos,
montaraces indiferencias,
hurañas inapetencias,
que culminaron, sin alborotos,
sin prisas, sin pausas,
en majestuosas soledades,
en ciclópeos retiros,
en solemnes aislamientos,
en enfáticas clausuras,
significados roedores,
permanentes e inquebrantables,
de la vida humana,
de la concedida existencia.
Encerrado en su ostracismo,
hastiado de tanto bostezo,
empalagado de profundos suspiros,
padeció, sin comprender,
cruel e incurable enfermedad,
dolencia maldita,
sumo padecimiento
que, con perversa machaconería,
le abrían las puertas
a la definitiva Parca,
caprichosa e insensible dueña
del andar por estos lares.
Sólo un milagro,
un gran portento,
una loca quimera,
podían seducir al moribundo,
podrían encantar al desahuciado,
despertando vírgenes potencias,
sus no usadas habilidades,
sus no estrenadas destrezas,
ocultos parabienes del ser humano,
desaprovechadas mañas,
inquilinos desconocidos.
Unas ráfagas de música,
unos decididos cánticos,
unos descarados versos,
unas sencillas palabras,
unas resueltas pinceladas,
un osado arco iris,
unas osadas danzas,
unos mágicos vuelos,
unas atractivas formas,
un hechizo de un relieve,
un humo sensible,
un soplo de arte,
llenaron los caminos
de aquel desesperado hombre,
sacándolo de su languidez,
liberándolo de su tedio,
rescatándolo de su no existir,
salvándolo.
El Viso del Alcor, 6 de Junio de 2022
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