Una cerillita,
delgada y finita,
se encendió una tarde,
solita, todita,
prendió una gran llama
en su cabecita,
y se fue quemando
la muy pobrecita,
muy poquito a poco,
sin ninguna prisa,
hasta convertirse
en pura ceniza,
un restito negro,
¡Ay, pobre cerilla!
Una gota de agua,
redonda, chiquita,
se cayó de un vaso
sobre una mesita,
se quedó muy quieta
y muy calladita,
para que no vieran
que estaba vivita.
Un trozo de trapo,
bayeta asesina,
se posó sobre ella,
para destruirla,
y lo consiguió,
¡Ay, pobre gotita!
Una hermosa rosa,
de pétalos lilas,
se cortó las venas
una mañanita,
mañanita triste,
triste, malherida
se quedó la rosa
de pétalos lilas.
Siempre detestó,
desde pequeñita,
el color morado
de su corolita.
Con la roja sangre
de su gran herida,
se tiñó de rojo,
en su nueva vida,
¡Ay, pobre rosita!
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