No sabemos la razón del porqué no nos guste el vocablo ENANO, quizás sea porque estamos en la creencia de que encierra un cierto matiz despectivo, no comprendiendo correctamente el hecho tan normal, como debía ser, de saber aceptar lo distinto. Sin embargo, en la mayoría de los casos no nos cuesta ningún trabajo aceptar su diminutivo, ENANITO. ¿Y por qué será esto? Añadiendo otro quizás, tal vez podría ser porque los diminutivos encierran en sí, generalmente, algo de afecto, ternura, cariño... ¿A qué resulta algo chocante a la mayoría, como se dice por estas tierras, el contarle el cuento a los pequeños de Blancanieves y los siete enanos? Algunos, con este título, hasta podría pensar que aquella niña de dulce encanto, bella como una flor, fuera fría como su nombre y que tuviera la intención, aprovechando su mayor estatura, de adoctrinar a aquellas pequeñas criaturas, usurparles los diamantes de su explotación, quedarse con su habitat y convertirlos en esbirros a su servicio...
Perdónennos esta licencia algo disparatada. Aunque, no bajándonos de nuestro asno, que suena mejor y mas fino que burro, somos de los que preferimos llamar a estas personas, convirtiendo el adjetivo en sustantivo, licencia literaria, como PEQUEÑOS y por su nombre si conocemos a alguno.
En homenaje y con el mayor respeto a todos ellos
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