En
este pequeño cuento de Adela su desbordante imaginación y con esa capacidad de
síntesis que aflora en todos, reduciendo sus historias a poco más de un folio,
es capaz de poner en contacto a una bruja de las buenas, que según ella también
las hay, y además bella en esta ocasión, aunque algo presumidilla, con otro personaje
de sus conocidos a los que llega a través de sus habituales lecturas de libros
infantiles, como es el Gato con Botas.
Curiosamente y como ya hemos visto en
sus minicuentos ya publicados, todos comienzan con un saludo reiterativo para
atraer la atención de los pequeños lectores, pero seguro que su explicación
puede estar en que ella los escribe principalmente para los compañeros de su
clase.
Después vendrá el desenlace de su
historia, siempre con un final feliz, que refleja el carácter positivo de esta
niña desde siempre. Y concluye cada uno de ellos, con ligeras variaciones, con
el clásico “Colorín, Colorado…”
Minicuento nº 5
LA AMISTAD DE LA BRUJA CON EL GATO CON BOTAS
Hola, chicos:
Aquella Bruja no tenía nada contra el Gato con
Botas, tan sólo buscaba un espejito mágico porque era la más guapa del mundo y
quería verse en él y que le dijera que era la más bonita.
Fue la misma Bruja la que nos contó
aquella historia.
Yo comencé la búsqueda del espejito en
Brujulandia, que por ser mi país fue el primero que recorrí, pero no había
ninguna tienda de espejitos mágicos, ya que todas las brujas eran feas y no querían
contemplar su fealdad. Pero como yo era guapa quería un espejo.
Por esto, después me dirigí hacia
Monstruolandia porque oí rumores de que en ese país existía un monstruo todo de
cristal y pensé cogerle un trozo de cristal de su cuerpo para hacerme un
espejo.
Al llegar allí me encontré con la
sorpresa de que no había en dicho lugar un monstruo de cristal. Vi, sin
embargo, un “tiguerbersus”, que era una mezcla de tigre y tiburón. También me
encontré con un monstruo con un solo ojo, otro con ocho, inclusive un tercero
con cien ojos y hasta otro que tenía un millar de ojos. Como todos daban miedo
escapé corriendo, pero uno de estos me devoró.
Rápidamente, como yo era una bruja,
lancé un conjuro de los fuertes para salir de aquél y así conseguí escapar.
Seguí la búsqueda hacia el único lugar
que me quedaba, que era al Bosque de la Fantasía.
Una vez en este me encontré con el Gato
con Botas y como tenía una pinta más que deliciosa me lo quería comer; pero
como no tenía nada contra él, como os dije al principio, le pedí ayuda, porque
yo no conocía los mapas del Bosque de la Fantasía y él que estaba siempre
caminando los conocía al dedillo.
Tanto el Gato como yo fuimos a la otra
punta del país con el fin de coger el cristal para hacer el espejo. Yo, siguiendo
uno de los mapas que me prestó, fui en mi escoba y él en un periquete y gracias
a sus botas mágicas, llegó antes que yo.
Cuando nos reunimos los dos yo cogí por
fin el cristal y le di las gracias al famoso minino. Lo invité a que pasara una
temporada conmigo en mi casa y desde entonces jugamos mucho al parchís, somos
felices y a veces comemos perdices.
Y COLORÍN, COLORINA, esta historieta
que huele a trola, de verdad que no es mentira.
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