viernes, 1 de enero de 2021

VOLVIENDO A LA NIÑEZ, CON LÁPICES DE COLORES

 

Cuando ya han pasado muchos años y el pulso a uno le tiembla , curiosamente menos cuando dibujo, y me enfrento  a algunos de nuestros dibujos a plumilla con tinta china, casi siempre usando el ocre o sepia, el color de la piedra vieja, como uno se siente ya, me pregunto ¿cómo he podido yo hacer esto?

¡Qué tremenda paciencia!

Y me acuerdo de la parábola de los talentos.

¡Qué pulcritud y cuánto tiempo me llevaría hacer cada una de estas criaturas!

Y de pronto, se enciende otra bombillita y me acuerdo de Álvaro, uno de los peques que más sabe de Pokémon y de sus aventuras, que desde el jardincito de la casa de la playa de sus abuelos en Costa Ballena y cuando aún era un renacuajo, mirando hacia mi balcón, donde yo me encontraba, decía a sus padres con su media lengua señalándome con su dedito: ¡El tío Pepe!, sin olvidar jamás su encantadora sonrisa.

Y yo sabiendo de sus aficiones, pasados varios estíos, le regalaba dibujos de algunos de los personajes de su serie preferida, cuyos nombres la mar de extraños me deletreaba pacientemente para que yo no me equivocara al buscarlos, volví a encontrarme con los lápices de mi niñez y con cuantiosas criaturas de los dibujos animados, de los ilustres personajillos de los tebeos, volviendo atrás en el tiempo, en mi tiempo; así como con las inacabables series de televisión destinadas a la gente menuda, con los que en gratos ratos ocupo parte de mi ya jubilada vida.

Así que nada mejor para comenzar esta pequeña aventura con una de las creaciones más tiernas y dulces de ese genio que fue Walter Elías Disney, empresario, animador, guionista, actor de voz y productor de cine, que allá por el año 1941 nos regalara a Bambi y a su fiel acompañante Tambor.

 

 

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