Entrega 6. Escrito 8
CÓMO NO USAR LAS MASCARILLAS
En
el mundo mundial, España es “diferente y los españoles, más todavía,
acostumbrados a romper moldes, a buscar y encontrar originalidad donde parece
imposible que la haya.
El
encuentro con los disparates “mascarilleros” resulta fácil,
basta con ser algo observador y no perder el
sentido de humor al escribir de algo muy serio, aunque, a veces, no nos lo
parezca, como son las mascarillas, las de usar y tirar, las de usar y lavar y las
de, me las pongo dónde quiera, como quiera o dónde pueda o me la impongan.
En
este breve tratado, inservible, como casi todo lo relacionado con las dichosas
mascarillas, enumeraré, con derecho a meter la pata o a no coincidir con la
mayoría de los usuarios de esta controvertida “prenda”.
Antes de la anunciada enumeración, haré un inciso, obligado por la no
muy brillante “disertación”, en los comienzos de esta pesada pandemia, del sr.
Simón, experto y ameno comunicador de las cosas del gobierno relacionadas con
la covid-19. Nos lanzaba, a la ligera y sin pudor, que éstas, las mascarillas,
no eran necesaria, y al “rato” nos recomendaba su uso, y otro “rato” después,
se convertían en prendas obligadas, incluso con pena monetaria para los
infractores usuarios de éstas. Lo que dije fue un gordo lapsus, apuntaba el
susodicho personaje, o una gorda mentira para ocultar la inexistencia de ellas.
Y se quedó tan tranquilo, el tunante. Y sigue erre que erre con sus clases
periodísticas sobre el coronavirus.
Y
llego la hora y el tiempo de escribir sobre el mal uso de las mascarillas,
objetivo principal de este intranscendente breviario. Lo primero que me llama
la atención es que, aunque se dé por sabido, el coronavirus no penetra en
nuestro cuerpo para contagiarnos por los codos, aunque muchos usuarios de este
protector elemento van y vienen con sus mascarillas en tal parte del cuerpo. Es
curioso la prestancia con que paseamos, mascarilla al codo, y braceamos éstas
como ondeantes y pequeñas banderolas. Sólo faltan algún que otro desfile de
modelo para instalarlas obligatorias en estos eventos de la moda. ¡Mascarillas
al codo! Los amos del contagio estarán contentos con este anómalo proceder.
Otro uso no muy ejemplar y poco recomendable es usar la mascarilla como
bufandita de cuello. Tampoco el virus se nos mete en el cuerpo por el exterior
de la garganta. Añadamos a estos usos, el llevar las mascarillas como
“barbillas” postizas, o por debajo de la nariz ya que, por sus peludos
agujeritos, el sabio virus se podrá colar en nuestro cuerpo para contagiarnos.
También tendremos que considerar que, si llevamos “bien puestas” éstas,
exhalamos, al respirar, anhídrido carbónico y, al tiempo, nos lo volvemos a
tragar. No está mal el invento protector y destructor.
Otro uso corriente de las mascarillas consiste en llevarlas en el
bolsillo. Nadie se contagió de bolsillo a bolsillo. Sería lo último, aunque
cosas más raras están ocurriendo en esta pandemia. Y lo peor de todo, son los
olvidos. Las memorias padecen, con bastante frecuencia, el mal del desmemoriado,
que consiste en recordar lo que a uno le interesa y olvidar lo que no nos
atañe.
Otro padecer de las mascarillas, es el abuso, y el acabar en cualquier
acera, en las orillas de la mar, en los caminos terrosos, en la embolsada
basura y en lugares inverosímiles.
Sin
proponérnoslos vamos de cabeza a la cabeza del mundo en el mal uso de las
mascarillas, en abuso desmedido de éstas, en “pasearlas” en cualquier parte de
nuestro saleroso cuerpo, en oponernos a ellas con conocimiento o sin razón de uso.
Poco a poco, sin prisas, iremos descubriendo nuevas modalidades de mal
uso de las mascarillas, de abusos y conservación de éstas (si ello fuera
posible o mereciera la pena)
El
mundo entero se fracciona, se divide por mor de estos trozos de tela que nos
cubren gran parte de la cara. Partidarios y detractores han iniciado la llamada
guerra de las mascarillas, cuyo final desconocemos, como le ocurre a este
escrito que…
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