viernes, 9 de octubre de 2020

En tiempo de PANNDEMIA

 Entrega 4. Escrito 2

DON PABLO IGLESIAS Y OTRAS HIERBAS VENENOSAS

      El que nace lechón muere cochino. Todos los días, temprano o tarde, el tal Pablo nos da que hablar ¡Hay que ser artista para ello! Por acción o por omisión, siempre es tiempo para “largar”, para arremeter contra todo aquello que encuentre en su paso, divino o humano. Nadie escapa de su bífida lengua, ni los suyos, ni sus enemigos (Que por cierto no son pocos) Es capaz de mutar una mentira, de las gordas, en una verdad piadosa. Se alimenta con engaños, con basura dialéctica, con bulos malintencionados, con ayer dije lo que hoy niego. Cuando se viste de manso cordero, balando música celestial, algo desesperanzador oculta en su decir, nada de fiar. ¡Pobre de su clientela y de sus acólitos!

    Ahora, entre otras muchas y maledicentes aventuras, se encuentra enredado en el caso “DINA” ¡El lío padre, la historia interminable y rocambolesca de un móvil y su tarjeta! El tío, tenga o carezca de sobrino, intenta regatear a la justicia para librarse de una sonora imputación y, de pasada, culpa a los medios de comunicación privados de todos sus males. ¡Vaya cara la del gachó!

     Y mientras, en esta España de contradicciones, algunas calles de Galapagar siguen cortadas y aquellos a los que ofende a diario, entiéndase guardia civil y policía nacional con sus correspondientes avíos de protección, lo custodian y protegen de unos españolitos de “cacerolas” y de banderas de España. ¡Valiente chuscada!

     Mientras, su compañero de viaje hacia no se sabe dónde, Pedro el Resistidor lo defiende o viaja silente a su lado, sin decir ni “mus”. ¿Cómo se come esto? Hay que tener buenas tragaderas o ser un pasota de alta monta. Y cuando lleguen las próximas elecciones los volvéis a votar a ambos dos. Las quejas para el vecino que es medio tonto, el pobre.

     Esperemos, con estoicismo de santo, que la próxima charranada del Pablo sea leve, que nos pille confesado y pertrecho de vacunas antipablo.

           ¡Vosotros a mí, tururú que os vi! 

                    La cara sigue siendo el espejo del alma.

 


 

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