Entrega 4. Escrito 4
¡LA QUE SE NOS VIENE ENCIMA!
En
la temática de hoy quisiera ser optimista, pero la machacona realidad me empuja
hacia el extremo del pesimismo. Ni debemos, ni podemos despreciar al
coronavirus, desechando u olvidando sus malas intenciones. Ni pasarnos de
pasota con el celestial canto de que no pasa nada o de que vamos a acabar con
él y que vamos a salir más fuerte, como pregona el pregonero mayor del reino
con su barata propaganda.
Empiezan a ser demasiados los rebrotes con sus masivos contagios y sus
pocas, de momento, muertes por el covid-19. Esto se está convirtiendo en el
cuento de nunca acabar y la cosa no está para cuento, ni para cuentistas de
turno. Las inconciencias, las imprudencias, los saltos a la torera de las
recomendaciones sanitarias no pueden traernos nada bueno, por el contrario,
pueden regalarnos preocupaciones, horrores, pánicos y fatídicos callejones sin
salida en una pandemia que está jugando fuerte y con malas ideas.
Nadie
nos podrá negar que estamos jugando con fuego y que para apagar éste, estamos
utilizando imprudencias e irresponsabilidades. Corremos con ello el riesgo de
volver al confinamiento, a las desescaladas, a la nueva (ya vieja) normalidad,
a la ausencia de libertad, a que nos gobiernen por decretos y, de paso, que nos
la metan por todos lados.
No
podemos ser optimistas jugando en un terreno embarrado con las apestosas aguas de
la no colaboración, con los bochornosos vientos del hacer lo que nos da la
gana, con las atrevidas y dañinas aventuras de los pasotas de siempre y con las
mareas de los antitodo y antitodos.
No
podemos ser optimistas cuando estamos en primera línea de combate, cuando los
jóvenes olvidan que los “disparos” de este bicho pueden alcanzarlos en
cualquier momento, que todavía no tenemos vacunas, que la prudencia y el
respeto al prójimo son sacros procederes, a compartir con los demás.
Y
para terminar, yo mismo me dicto sentencia. En este tema me declaro PESIMISTA y
pienso que mi penitencia la llevo conmigo hacia donde Dios quiera.
Ojalá yerre en mi apreciación y me ganen, en el combate dialéctico, los
OPTIMISTAS.
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