sábado, 10 de octubre de 2020

En tiempo de PANDEMIA

Entrega 4. Escrito 4

¡LA QUE SE NOS VIENE ENCIMA!

     Los pesimistas son optimistas fracasados, son carne de cañón con una visión raquítica y enfermiza de la realidad o de lo por venir. Yo, como la virtud, me coloco casi siempre en el término medio, inclinando mi balanza, ocasionalmente, a un lado u otro, según me dicta mi entendedera con sobradas dosis de equivocaciones y de minoritarios aciertos, alistándome con frecuencia en las huestes de los pesimistas y bastante menos en el bando de los optimistas.

     En la temática de hoy quisiera ser optimista, pero la machacona realidad me empuja hacia el extremo del pesimismo. Ni debemos, ni podemos despreciar al coronavirus, desechando u olvidando sus malas intenciones. Ni pasarnos de pasota con el celestial canto de que no pasa nada o de que vamos a acabar con él y que vamos a salir más fuerte, como pregona el pregonero mayor del reino con su barata propaganda.

     Empiezan a ser demasiados los rebrotes con sus masivos contagios y sus pocas, de momento, muertes por el covid-19. Esto se está convirtiendo en el cuento de nunca acabar y la cosa no está para cuento, ni para cuentistas de turno. Las inconciencias, las imprudencias, los saltos a la torera de las recomendaciones sanitarias no pueden traernos nada bueno, por el contrario, pueden regalarnos preocupaciones, horrores, pánicos y fatídicos callejones sin salida en una pandemia que está jugando fuerte y con malas ideas.

     Nadie nos podrá negar que estamos jugando con fuego y que para apagar éste, estamos utilizando imprudencias e irresponsabilidades. Corremos con ello el riesgo de volver al confinamiento, a las desescaladas, a la nueva (ya vieja) normalidad, a la ausencia de libertad, a que nos gobiernen por decretos y, de paso, que nos la metan por todos lados.

     No podemos ser optimistas jugando en un terreno embarrado con las apestosas aguas de la no colaboración, con los bochornosos vientos del hacer lo que nos da la gana, con las atrevidas y dañinas aventuras de los pasotas de siempre y con las mareas de los antitodo y antitodos.

     No podemos ser optimistas cuando estamos en primera línea de combate, cuando los jóvenes olvidan que los “disparos” de este bicho pueden alcanzarlos en cualquier momento, que todavía no tenemos vacunas, que la prudencia y el respeto al prójimo son sacros procederes, a compartir con los demás.

     Y para terminar, yo mismo me dicto sentencia. En este tema me declaro PESIMISTA y pienso que mi penitencia la llevo conmigo hacia donde Dios quiera.

     Ojalá yerre en mi apreciación y me ganen, en el combate dialéctico, los OPTIMISTAS.


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