domingo, 11 de octubre de 2020

En tiempo de PANDEMIA

 Entrega 4. Escrito 5

POR ETAPAS

      Si después de dos décadas disfrutando de los encantos de Costa Ballena, no conocemos al detalle su magnífica playa, algo no funciona, en nosotros, a la hora de valorar ésta.

     Por supuesto que existirán, no una, sino muchas con mejores reclamos para alcanzar el grado de excelente, pero ello no quita, ni aminora nuestra apreciación de sus bondades. Así como nuestra valoración muy positiva de Costa Ballena en su conjunto.

     Son muchos los paseos realizados a pie por su orillar y me sobró tiempo para conocerla al detalle. Sus grandes y repetidas mareas, su bajamar lejana y su amplia pleamar, son suficientemente llamativas y, al tiempo, propician incansables una monótona iteración cada algo más de seis horas.

      En mis repetidos paseos matutinos o vespertinos, con el fin de hacerlo más distraídos y amenos (sobre todo cuando los hacía solo, sin compañía) fui señalándome diferenciadas ETAPAS. Este juego de trocear el camino de la orilla me ayuda a superar el cansancio, generaba en mi interior una grata placidez y me reportaba la sensación de propiedad del hollado arenal y su bello entorno. Cuán estúpidos somos los humanos no aprovechando lo que la naturaleza marina, al romperse de forma reiterada en el litoral, junto a su ambiente sonoro, cantinela incansable del mar, deleite de bajo precio, nos regala con una constante temporalidad todos los días del año.     Trato de aprovecharme de los beneficios de estos paseos veraniegos y, a la vez, juego con la inventada medicina de fraccionar el camino. Elijo, desde la salida sita en el llamado Pueblo Marinero, en mi marchar hacia el norte de la playa, varias ETAPAS que detallaré a continuación.

     La primera de éstas comienza con un oportuno descalzar de las zapatillas playeras. Pienso en los efectos bienhechores que me produce andar descalzo sobre la húmeda arena hasta el final invisible de la prima ETAPA, en el hilo de agua procedente del que yo llamo el “arroyo de las piedras y del puente”, punto límite entre la Ballena roteña y la Ballena chipionera, parcelas hermanadas en el sueño turístico de Costa Ballena. La segunda ETAPA comienza, como es lógico, donde termina la primera y se agota en la vista del Hotel Best Costa Ballena, hermosa y amplia construcción hotelera visible desde la orilla con el respeto obligado de la vegetación autóctona en los límites de la primera línea de playa.

     Sigo mi paseo y continúo este refrescante e intrascendente relato. La tercera ETAPA me conduce hasta el que llamo “Roca del Cañón”, esculpida por el mar en su constante erosionar de todo lo que encuentra a su paso, en millonarias idas y venidas, para demostrar que estaba viva y enamorada, por y para siempre, del arenal playero. Al llegar al pétreo cañón reviven en mí, leyendas de bucaneros, de batallas navales y de aventuras marinas. La cuarta ETAPA, desde los sueños infantiles me lleva a un complejo turístico. Me parece poco apropiado llamar “chiringuitos” a las instalaciones que me refiero, “El Ajedrez”, “Tulum”, “El Chinini” y “El Prospín”, Cuatro locales que en la actualidad abrieron, con temor a la pandemia. Jóvenes (en mayoría) y menos jóvenes dan vida a estos establecimientos modelos en otros cercanos tiempos y que, en la actualidad, padecen los miedos al dichoso virus, que machaconamente no quiere dejar nuestra compañía.

     En el Prospín inicio la quinta ETAPA, superado un nuevo arroyo entretenido en mezclar sus aguas con las del mar, salpicada de más chiringuitos. Entre ellos, “La Manuela”” El Mustaki”, “Véntury”, algunos otros sin nombre y por último “Eduardo”, final de esta ETAPA. Así disfruto en mi paseo hasta cumplir la última que finaliza en las cercanías del primero de los corrales, llamativos rediles que en la pleamar se inundan y propician la entrada de peces, moluscos y mariscos que, en la bajamar, se ven imposibilitados de salir a la mar abierta. Momento que aprovechan sus propietarios y algún que otro furtivo para pescarlos.

      En otros tiempos, cuando gozaba de una mejor forma física, alargaba mis paseos hasta alcanzar la cercana Chipiona, por el llamado paseo (de madera) de “los camaleones”.

      Cumplido el paseo, ya en casa, una reparadora ducha me invitaba todos los días a repetir la bienhechora experiencia, sin olvidar las marchas hacia el sur de Costa Ballena, caminata menos vistosa que la descrita anteriormente.

     Os invito con este intranscendente contar a pasear, con o sin ETAPAS, como importante medicina para la salud.



 

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