Entrega 5. Escrito 20
¡SI YO FUERA UN BORRADOR, CUANTAS COSAS
BORRARÍA!
Todos los días del año y todos los años, madrugaría para borrar de una
tacada todos los males que, con intención o sin ella, practicamos los humanos.
BORRARÍA, de una pasada, las injusticias, las ilegalidades, los
desafueros, las iniquidades, las sinrazones, las deslealtades y todo aquello
que huela a “choriceo barato”.
BORRARÍA, sin pensarlo ni poco ni mucho, las barbaries, las crueldades, el
salvajismo, la fiereza, las bestialidades y todo lo que sepa a “animalada
salvaje”.
BORRARÍA, sin escrúpulos, las mentiras, los engaños, las falsedades, los
bulos y todo aquello humee a “podrido”.
BORRARÍA, de un plumazo, la corrupción, la podredumbre, el pescar en
revuelto río, el nepotismo, la parcialidad y todo lo que engorde al poderoso a
cambio de adelgazar al “pobre prójimo”.
BORRARÍA, sin sentir pena, a los aprovechados, a los falsos salvadores,
a los vengativos, a la mala gente, a los retorcidos y a todos los que viven
medrando, esquilmando y despojando a los demás para llenar sus “sucios
talegos”.
BORRARÍA, con la conciencia tranquila, a los asesinos, a los violentos,
a los lobos con pieles de corderos, a los pederastas y a todos aquellos que
atentan contra la “sagrada vida”.
BORRARÍA, sin esperar castigo, a los castigadores, a los opresores, a
los tiranos, a los dictadores y a todos aquellos que utilizan el poder para
domeñar al “hombre libre”.
BORRARÍA, sin piedad, a los políticos charlatanes y mentirosos, a los
mandamases de pacotilla, a los caciques del hoy, a los garrulos de la política,
a los vividores y a todos aquellos que, como lapas, se pegan a sus “eternos
cargos”.
Podría seguir BORRANDO, sin cansarme, más y más injusticias, impuestas
por el hombre contra el hombre, y lamentaría, por siempre, que se me acabaran
los BORRADORES.
Quise, sin ninguna posibilidad, BORRAR demasiadas cosas no buenas. Al
final todo quedó en deseo fallido, en utópico decir, en pobre cuento de la
lechera, en sueño imposible, en pobre juego, en inútil credo personal, en
historia interminable y en el triste reconocimiento de mi impotencia para
arreglar este MUNDO nuestro de todos los días.
Y
termino con la obligación de pedir perdón, por mi insolencia y osadía de querer
cambiar lo incambiable.
¡Pobre de mí!
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