Entrega 3. Escrito 19
¡CUÑAOOO!
Todavía seguimos celebrando los cumpleaños familiares en tiempos de crisis y de la gran pandemia de la cobid-19. Valentía e inconciencia nos sobran para dar y tomar. No es de extrañar que, más temprano que tarde, nos veamos en la tesitura del retorno a los rollos de la desescalada, de la nueva normalidad, del estado de alarma, del encierro y de la vuelta a empezar con nuevos rebrotes, apuntándonos ¡pobre de nosotros! como señalados protagonistas a los cuentos de nunca acabar.
Después de esta breve introducción, me centro en el cumpleaños de mi
cuñado Teodoro, entre nosotros Teo, por eso de abreviar. 64 años o tacos (como
decimos por estos andurriales) es buen motivo, algo peligrosillo, para
inventarnos una numerosa reunión familiar, con algunas que otras importantes y
añoradas ausencias, y gozar del desafinado canto del “cumpleaños feliz”, en
“cristiano” y en inglés (moda reciente
de la que no nos podemos olvidar) y de realizar un sabroso y abundante ágape fácil
de recordar, en el que no pueden faltar una o dos tartas y el apagado de las
velas en repetidas ocasiones para alegría de la gente menuda.
Teo o Teodoro, Teodorín cuando pequeño en su pueblo natal, recibió su
nombre en homenaje al expatrón de Venecia, San Teo (más tarde sustituido, como
patrón, por San Marcos, aunque en la plaza que lleva su nombre, existe una
elevada columna con una estatua de San Teo) historia que bien sabe el noble
homenajeado cumpleañero.
Como viene siendo habitual, no faltaron en la fiesta, las gambas, los
langostinos, las bocas, las sabrosas tortillas de patatas, el queso y los
embutidos, el jamoncito serrano y otras “delicateses” que propician, siempre,
el atracón festivo. Vinos, tinto y blanco y frescas cervezas actuaron como
complementos obligados de toda buena comida. Empezamos con los lógicos temores
que nos ha metido el equipo de sanitarios del gobierno (desconocido de momento)
responsables de cuidar de nuestra salud. Tomada las primeras copas, estos
temores se fueron apaciguando y diluyéndose en un grato ambiente, hasta
desaparecer y, a la postre, conseguir olvidar los temores y los miedos
inoculados interesadamente con el mayor de los descaros.
Unos breves datos de la “estrella” de la celebración. Teo, mi cuñado, es médico de familia en El Viso del Alcor, sito en la campiña sevillana. Buena gente, preparado y buen currante, por poco tiempo, pues sueña, como caída agua de mayo, con una jubilosa jubilación que le ha de llegar, con permiso del gobierno actual, en dos cumpleaños más. Algo cabezota, mantenedor de las distancias con el respetable, amigo de sus amigos (no muy numerosos) Cumplidor y no totalmente integrado en el pueblo, se resiste a renunciar a sus orígenes y vivencias vascas y extremeñas. A la vejez le ha dado por aprender a tocar la guitarra y nos “marea” de vez en cuando con sus prácticas guitarreras. Graciosillo cuando se “acaramela” con la ingesta de alcohol, exponiendo entonces sus más hondos y filosóficos pensamientos y creencias. Teo es una migaja de ateo, no podía, por su nombre, elegir otra opción religiosa. A pesar de todo lo expuesto creo se merece esta pequeña fiesta familiar de cumpleaños. Lo cual me permite decirle con mayúsculas ¡CUÑAOOOOOO, FELICIDADES!
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