Entrega 4. Escrito 12
¡A POR CASI TODO!
Muchas estatuas fueron decapitadas, derribadas de sus pedestales, mancilladas, pintarrajeadas, por el hecho de ser personajes históricos no reconocidos por esta turba de ignorantes.
Las calles sufrieron cambios en su
nominación a capricho de estos enemigos del pasado reciente o lejano. Con
importantes meteduras de pata a la hora de elegir a los castigados.
Hoy, con una virulencia extrema, le toca al rey emérito Juan Carlos I, a
la institución monárquica, a la jefatura del estado y, de rebote, al monarca
actual Felipe VI. No sabemos cómo va a terminar este insano “culebrón”, pero
con seguridad, no traerá nada bueno para España y los españoles.
Y
no digamos nada del desprecio, el rechazo y la calentura barriobajera de
algunos (muchos) de acabar con la enseñanza concertada, con la religión, con la
lengua hispana y con todo lo que huela a libertad. Aunque muchos de estos
“lechuguinos” a lo hora de llevar sus hijos al cole, los llevan a centros
concertados, renegando de los públicos. La historia se repite en la elección de
hospitales.
El adoctrinamiento permanente en varias
Comunidades Autónomas, el antiespañolismo, el virus del separatismo campean a
sus anchas por aquí y por allá, y entre todos, activistas y pasotas
conformistas, conseguiremos la destrucción total o parcial de España y el
triste olvido de sus valores tradicionales, que avalan la celebrada
consideración de gran nación.
Las elecciones siguen a los pies de los caballos de D´Hondt, y no hay
“dios” que revierta o acabe con esta ley, buena para los comienzos de la joven
democracia española, pero obsoleta, anticuada e injusta en los tiempos
actuales. Y la machacona obsesión por cambiar total o parcialmente la
“Constitución del 78” y, de paso, el cambio de forma de gobierno y estado con
el correspondiente paso de la Monarquía Parlamentaria a la República. La
ofuscación de algunas regiones españolas de alcanzar la independencia a costa
de lo que sea, de trocear España, de romperla a cachos, saltándose las normas
constitucionales, las leyes y lo que nos mantiene unidos.
El poder de las minorías, chantajistas habituales, pescadores de ríos
revueltos, aprovechados, dispuestos a venderse por un mísero plato de lentejas
frías e incomibles.
Aparecen como regeneradores, como salvadores de los más débiles
socialmente. Disfrazados de mansos corderos y amos de una falsa palabrería,
tratan de convencer a los más débiles mentalmente. Sembradores de odios,
separatismos y rupturas, todos ellos, armas de las más rastreras ideologías.
No podemos olvidar sus violentos ataques a la religión católica, la
respetada de siempre, en la enseñanza y en la vida cotidiana que, en otros
tiempos pasados, hubieran terminado en criminal quema o destrucción. ¡Cuidado
con este apartado!
Mañana será tarde, si no derrotamos en las
urnas a estos antitodo y antitodos.
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