sábado, 26 de septiembre de 2020

En tiempo de PANDEMIA

 

Entrega 2. Escrito 10

¿SE PUEDE SER OPTIMISTA EN COMPAÑÍA DEL COVID-19, ALIAS “CORONAVIRUS”?

     Convivir temporalmente con el covid-19, coronavirus, no es apetecible para ningún mortal, de manera especial para aquellos encuadrados en la “ancianidad” (título menos rimbombante y llamativo que el de viejo o vejestorio)

     ¿Se puede ser optimista en una situación como la que estamos padeciendo? Los agoreros, los atrabiliarios, los biliosos, los coléricos y otros tipos de amargados, sin esforzarse, apostarán y defenderán la imposibilidad de ello. El optimismo lo dejarán para los ilusos, los quiméricos, los soñadores y sus legiones de seguidores.

      Personalmente no sé en qué equipo me encuentro. Algunos días me alío con los pesimistas, con los descreídos, con aquellos que vaticinan que el covid-19 es una premonición, un aviso apocalíptico, el inicio de un caminar hacia el fin de todo, una última guerra destructora del género humano. Otros días me agarro con todas mis fuerzas a los optimistas, a aquellos que piensan y ven, en este episodio del coronavirus, una redención, la oportunidad necesaria y creativa de un nuevo hombre, más vivo y humanizado, responsable de salvaguardar la Tierra y sus moradores.

      En esta cruenta lucha del coronavirus, empeñado ferozmente en aumentar el número de contagiados y fallecidos, tareas macabras del insaciable “vicho”, contra la actitud salvadora de los soldados de bata blanca o celeste, empeñados en levantar una barrera que ponga punto y final a este mal sueño, habrá, al final de la contienda, incontables ausentes, viajeros a la nada, no culpables de su marcha a un más allá aborrecible, componentes de inútiles fatídicas estadísticas y de futura carnaza para el olvido o para el entretenimiento de los muchos desmemoriados.

     Pero, si quedarán, entre los supervivientes, mantenedores, contadores, notarios y escribanos de las historias vividas y padecidas por el pueblo, donde no faltaron héroes, mártires y santos que, cumpliendo con su deber, derrochando altruismo, generosidad y solidaridad, se dejaron su vida por salvar otras vidas. Aquí no valen aplausos y reconocimientos, sobran homenajes tardíos, sólo queda el CASTIGO de aquellos que, bien acomodados en sus poltronas, permitieron y propiciaron esta BARBARIE.



No hay comentarios:

Publicar un comentario