Entrega 2. Escrito 9
¡ME MUERO DE PENA, DE RABIA Y DE IMPOTENCIA!
La
rabia, amiga oscura de la pena, hija de la ira, abducida por el “coronavirus”
se incrustó en mi vida, despertando en mis adentros, sentimientos de odio y de
repulsa hacia los que, ajenos al dolor, manejaron con torpeza e ineptitud el
macabro juego de esta pandemia. Mi rabia creció hasta límites desconocidos por
mí. No podía admitir, ni asimilar las cifras de contagiados y fallecidos
propiciados por esta “lóbrega chinada”. La rabia, la mía y la de otros muchos
dolientes, alcanzó peligrosas cotas de desprecio, de vilipendio, de injuria, de
ultraje hacia los responsables de tamaño mal colectivo. Y mi rabia, sumada a la
rabia de otros muchos dolientes, no encontrarán perdón, ni olvido, para los
culpables.
La
impotencia, señora “que torna inhábil todo lo que toca, me ha envuelto en la
niebla del no hacer, del apestado conformismo, trasladándome al rincón de los
callados, de los obedientes súbditos. Anulando, al tiempo, mi inservible carné
de ciudadano aquí, en el que creíamos patio sagrado de una engañosa democracia.
Por ello y por ellos, MUERO DE PENA, DE RABIA Y DE IMPOTENCIA.
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