Jueves Santo, 18 de abril de 2019.
A 36 días…
JUEVES SANTO
ATÍPICO
Las lluvias de primavera, irresponsables
criaturas que no entienden, ni entenderán nunca, de celebraciones humanas,
grandes o insignificantes, se entretienen, con su presencia, en destruir
ilusiones, en romper sueños, en estropear lo planeado con sobrado tiempo. Y les
importa tres pepinos sus consecuencias, les da igual las lágrimas del personal
implicado en lo por celebrar y las despertadas desilusiones y las “desaborías” largas
esperas. Y, a la par, convierten los Grandes Días del viejo calendario
litúrgico, en desangelados espacios temporales, llenos de aburridas oquedades,
plenos de no saber que hacer, henchidos de onerosas frustraciones.
Y siempre le toca al “hombre”, implicado en
estos tradicionales festejos, aceptar y decidir sobre mojarse o no y el
solventar la dura y difícil papeleta de mojar o no a sus queridas imágenes, en
la mayoría de los casos, más amadas que sus propias personas. Y no por mucho
madrugar, amanece antes; y no por mucho rezar, cuando la lluvia se empecina en
visitarnos, amanece despejado.
El Miércoles Santo sonaron los primeros e
inmisericordes aldabonazos de acuosa ruptura. Avisos de los cielos, nubarrones
esperando órdenes de descarga y asomo de miedos, prudencia y responsabilidades
extremas en los jerarcas de las Hermandades de Penitencia que, al final de la
tarde, dieron el triste comunicado de “No salida”.
El Cautivo, esperará paciente, venideros
años para mostrarnos, por encima de la lluvia, viejos y nuevos caminos de
salvación. Y mientras, tú, imprevisible lluvia, sigues jugando al “mareo” de
derrame de cuatro descarriadas gotas, suficientes para romper la magia de su
procesional paseo por los Alcores Visueños.
Y para completar los Días Grandes de la
Semana de Pasión, utilizas la misma táctica de ayer, de encapotar el cielo, de
mantener el tono grisáceo de las nubes, de mandarnos unas cuantas perturbadoras
gotas o imprevistos breves chaparrones, capaces de fastidiarnos los especiales días.
Con manifiesta calma, con plausible y
loable resignación, pasaremos página de lo que pudo ser y no fue y por el secuestro,
o la incautación de algunos de los desfiles procesionales de El Viso del Alcor.
Y a la lluvia, caprichosa dama, decirle
que bien podía haber esperado unos días en sus visitas primaverales. Y a los
nazarenos, músicos, costaleros y Juntas Directivas hacerles ver que la vida
sigue, que los años vuelan y que ya pueden empezar a desquitar días al
calendario del actual 2019 y del bisiesto 2020 hasta llegar a la próxima Semana
Santa que, sin dudas, será diferente y más esperada.
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