25 DE DICIEMBRE
DE 2018.
A 149 días…
UN BREVE CUENTO DE NAVIDAD Y UNA MUY BUENA CELEBRACIÓN..
Abrí el ordenador como otro día
cualquiera, sin mirar hora y sin ideas de lo que se me iba a ocurrir plasmar en
él, como obligado relato del día.
Sin darme cuenta, se me coló la fecha de
25 de diciembre con letras mayúsculas y cuando me disponía a modificar su
rango, pensé que la fecha, por mérito propio, por ser día de grande
celebración, merecía aparecer hoy con letras grandes e incluso en negrilla.
Lo demás ocurrió porque tenía que
ocurrir. Una gitana joven, pobre, mal vestida, desconocida, pero bastante
agraciada de físico, salía del zaguán de casa, al tiempo que yo llegaba de
hacer los correspondientes “mandaos” del día, portando ésta una bolsa y dando muestra de gratitud. Como efectivo reclamo de
pedigüeña, le acompañaban dos jovencitas niñas, que debían ser mellizas, por su
parecido físico y su igual estatura. Ambas vestidas pobremente, delgadas y
expresiones de pasar auténtica hambre.
Con deleite reflejado en sus rostros
infantiles sacaron a dúo, de la bolsa que portaba su madre, con manifiesta y
clara habilidad, unas rebanadas de pan bimbo y, sin mediar tiempo, rebuscaron
en la misma bolsa para encontrar el “manjar”, por si lo hubiera, que habrían de
untar en los cuadrados panes. Una tarrina de “nocilla” apareció en las manos de una de las
pequeñas, cuyos bonitos ojos aumentaron de tamaño, mostrando su estirpe calé.
Temblorosas, ambas, se disputaron el abrir del bote. Una vez conseguido su
apertura, se miraron e inevitablemente, sin hablar, sin emitir una sola
palabra, con la mirada, se preguntaron, con qué untar el achocolatado producto.
La madre, despierta como la hambre padecida, invitó a las pequeñas a que
volvieran a la generosa casa a pedir un utensilio que le permitiera embadurnar
los panes con la nocilla. Se resistieron, en principio, pero, inteligentes como
la necesidad padecida, se plegaron a ésta y pidieron, a dúo, desde el zaguán y
con ciertos buenos modales una “herramienta” que les permitiera preparar el
ansiado “bocata”. Hoy, tiempo dominado por el plástico, es fácil encontrar
tales útiles en las casas. Un par de cuchillos y unas pocas de cucharas de
plásticos recibieron de los dueños de
la casa, acompañados de varios mantecados, premio añadido e inesperado. La
carrera hacia el lugar donde se encontraba la madre, bien pudo ser de record.
Ésta, sin dirigirse a nadie visible, volvió a dar las gracias y se puso a la
tarea de preparar los bocadillos de bimbo y nocilla, incluido el suyo, que
también tenía derecho a calmar su apetito mañanero.
Imposible saber cómo se les dio el día;
imposible conocer la generosidad de los demandados; imposible saber y conocer
la verdadera situación del trío de pedigüeñas. Ante tanto imposible de adivinar
lo mejor es cerrar página y volver a la realidad cercana.
La realidad nuestra de este gran día fue la
Comida de Navidad, cada vez más numerosa, más animada y más “derrochona” en
comida, bebidas y caprichos culinarios.
Mayores, 21 y menores, 11. De comida y
bebida, mejor no hablar. No se cómo los cuerpos pueden aguantar tanta y tan
variada “ingerencia alimenticia”. A destacar, a lo largo de la misma, el “Amigo
invisible” y el consolidado Pregón Navideño. En esto último, muy buena la
presentación de la pregonera, realizada por Clemente Junior, emulando con un
muy buen decir a su padre. Presentación amena, bien estructurada, simpática,
profunda y emotiva. El Pregón, a cargo de Elena, nos sorprendió por su originalidad
afectiva, por haberlo realizado con Emma a cuestas, con esporádicas
intervenciones no programadas y contando con la colaboración, en inglés, de
todos los sobrinos. Para el año que viene, ya tenemos pregonera, María. Boda y
Pregón Navideño. No puede fallar en ninguno de los dos eventos. Y Presentadora
de María, la Matriarca Rosa. Le echaremos una mano para tratar de mejorar
(tarea difícil) a los de este año.
Y para cerrar el comentario de hoy y
completar el breve cuento navideño, corresponde una meditación y un ejercicio
comparativo de manifiesta desigualdad. Las dos mellicitas gitanas se volvieron
locas con su pan con nocilla y con su mantecado. Los niños, los nuestros,
comieron poquísimo, rechazaron manjares, pensaron poco o nada en los muchos
niños desfavorecidos del mundo, dejaron abundantes sobras. ¿Hubieran disfrutado
más con bocatas de nocilla? Como nuestra desconocidas amigas del cuento
inacabado?
Preguntas obligadas:
- ¿Celebramos bien la
Navidad?
- ¿Podríamos mejorar ésta?
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