Viernes, 16 de noviembre de 2018.
A 188 días…
A BOLLULLOS DE
LA MITACIÓN.
TARDE DE
DESCANSO BIEN APROVECHADO.
Cuando un paciente se entrega a un
dentista y el dentista se entrega al paciente, se inicia una historia
interminable y costosa de ir y volver a ir incontables veces, de pruebas y más
pruebas, de ajustes, de retoques, hasta que después de muchos viajes se acaba
el film dental.
Esto le está ocurriendo a mi mujer, Rosa.
Viajes y más viajes, visitas y más visitas, pruebas y más pruebas. ¡Hasta
cuándo Sr.!
Yo, en mi papel de simple conductor,
padezco poco, aunque no me guste conducir. Pero, la paciente, me figuro estará
hasta las narices de tanto hurgar en su boca, de tanta prueba, de tanta agua
por ese tubito de aspiración, de tanto implante, de tanto puente, en definitiva
de tanto arreglo bucal. Y encima, no podemos quejarnos, porque el gran arreglo lo
está dirigiendo y realizando nuestra querida sobrina y ahijada, María.
Del coste, mejor no hablar. Tocar y
arreglar la boca es capítulo económico de “altos vuelos”.
Menos mal que ya estamos en el tiempo de sopitas
claras y dietas blandas. Que de esto último no se entere mi mujer que siempre
me dice que, “me gusta ser viejo”.
Bendito premio de la lotería tienen los que poseen una boquita
sana, aunque sus dientes estén trabucadillos o mal plantados. Aunque también estas
imperfecciones bucales tienen sus arreglos.
Algún día futuro volveremos a escribir
sobre la dentadura de mi mujer y los resultados de la experiencia que vive en
la actualidad.
Por la tarde, descanso, en el mejor y más amplio sentido de la palabra.
Nada de ordenador, nada de trabajo en el Ateneo, nada de Cabalgata. Solucionar
pequeñas cosillas, descanso, echar una mano, sin pasarme, en las tareas de
casa, más descanso, disfrutar de la familia a la hora de la infusión de “relax”,
vuelta al descanso y… ¡Vaya tarde reparadora! De vez en cuando, viene muy bien
este aislamiento, esta renuncia a las tareas cotidianas, este no hacer nada de
provecho, este pasar el tiempo sin obligaciones ni cargas, este consciente
premio a la “vagancia” pasajera y no dañina.
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