sábado, 17 de noviembre de 2018

Al rescate de Calabuig 2

Viernes, 16 de noviembre de 2018.
A 188 días…

A BOLLULLOS DE LA MITACIÓN.
TARDE DE DESCANSO BIEN APROVECHADO.

     Cuando un paciente se entrega a un dentista y el dentista se entrega al paciente, se inicia una historia interminable y costosa de ir y volver a ir incontables veces, de pruebas y más pruebas, de ajustes, de retoques, hasta que después de muchos viajes se acaba el film dental.

     Esto le está ocurriendo a mi mujer, Rosa. Viajes y más viajes, visitas y más visitas, pruebas y más pruebas. ¡Hasta cuándo Sr.!

     Yo, en mi papel de simple conductor, padezco poco, aunque no me guste conducir. Pero, la paciente, me figuro estará hasta las narices de tanto hurgar en su boca, de tanta prueba, de tanta agua por ese tubito de aspiración, de tanto implante, de tanto puente, en definitiva de tanto arreglo bucal. Y encima, no podemos quejarnos, porque el gran arreglo lo está dirigiendo y realizando nuestra querida sobrina y ahijada, María. 

     Del coste, mejor no hablar. Tocar y arreglar la boca es capítulo económico de “altos vuelos”.

     Menos mal que ya estamos en el tiempo de sopitas claras y dietas blandas. Que de esto último no se entere mi mujer que siempre me dice que, “me gusta ser viejo”.

          Bendito premio de la  lotería tienen los que poseen una boquita sana, aunque sus dientes estén trabucadillos o mal plantados. Aunque también estas imperfecciones bucales tienen sus arreglos.


     Algún día futuro volveremos a escribir sobre la dentadura de mi mujer y los resultados de la experiencia que vive en la actualidad.


     Por la tarde, descanso, en el mejor y más amplio sentido de la palabra. Nada de ordenador, nada de trabajo en el Ateneo, nada de Cabalgata. Solucionar pequeñas cosillas, descanso, echar una mano, sin pasarme, en las tareas de casa, más descanso, disfrutar de la familia a la hora de la infusión de “relax”, vuelta al descanso y… ¡Vaya tarde reparadora! De vez en cuando, viene muy bien este aislamiento, esta renuncia a las tareas cotidianas, este no hacer nada de provecho, este pasar el tiempo sin obligaciones ni cargas, este consciente premio a la “vagancia” pasajera y no dañina.



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