Martes,
16 de octubre de 2018.
A
219 días…
OTOÑO
En estos pueblos alcoreños de la campiña
sevillana, el tozudo Otoño, asoma como acertado
pregonero, para anunciarnos que el invierno ya está aquí. Aliado del
viento, del agua y con intenciones de sorprender, se presenta el malaje con sus
bravuconadas, cuando casi nadie lo espera.
Antes, cuando éramos pequeños, el Otoño se
entretenía en robarles las hojas a los árboles, alfombrando los suelos de un
bonito amarillo anaranjado. Algunos de los árboles se rebelaron contra él y
aguantan, y aguantan hasta bien entrado el invierno para dejarse arrancar sus
hojas. Dicen las lenguas entendidas que ello es debido al cambio climático.
Hoy, una camiseta interior ¡Qué antigüedad!
mañana, unos calcetines; al día siguiente, un chalequito, un chubasquero, un
jersey ligero y los zapatos de invierno. La ropa y el calzado crecen sin apenas
darnos cuenta. Así lo dicta el Otoño y hay de aquellos que presumen de
veraniegos. Resfriados seguro, enfriamientos a la vista.
El Otoño, como su amiga la primavera, es
engañoso, es mentirosillo. Siempre que puede nos la pega, nos la da con queso y
con sus apariencias de óptima estación, ahí van aguas a cántaros, gotas frías,
inundaciones, desbordamientos de ríos y arroyos y pare usted de contar
calamidades.
Solo los enamorados, los románticos, los
sentimentales, los arrebatados, lo colocan en la cima de las estaciones, le
dedican versos y poemas, hacen de todo lo suyo escarcha de bendiciones. ¡Cómo
el Otoño no hay nada para despertar los grandes sentimientos! Allá ellos con sus locuras y paranoias. ¡Qué
se puede esperar de una estación que no necesita ventiladores, ni calefactores;
ni camas desnudas, ni buenos edredones!
Hoy, lo siento, pero amanecí con el paso
cambiado, con la vista torcida hacia el
Otoño, con ganas de darle leña al primero que se presentara y, mira por donde,
el primero fuiste tú, Otoño de mis entretelas.
Otoño, te debo una, de resarcimiento, de
bendecirte, de ponerte por las nubes, Ya te avisaré cuando llegue el momento.
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