Viernes, 5 de octubre de 2018.
A 230 días…
VENIR A CUENTO O VENIR A PELO. TANTO MONTA…
Mi
amigo Cesáreo, con mejor tino y mayor acierto que este modesto escribano,
seguro daría una lección magistral sobre los “decires” “Venir a cuento” y
“venir a pelo”, ahondando hasta desvelar el tuétano, el meollo de ambas
similares expresiones populares.
Suena bonito lo de “venir a cuento”, pero tendremos que preguntarnos: ¿A
cuento de qué? Igualmente le ocurre a lo de “venir a o al pelo” y pertinaz
pregunta: ¡A qué clase o tipo de pelambre se refiere el susodicho dicho?
Vino a cuento lo de “venir a cuento”, porque la mohína actualidad, con
sus bajunos dimes y diretes, dejó de interesarme, convirtiéndome en un pasota
de ida y vuelta de todo lo noticiable. Vino a cuento lo de “venir a pelo”,
porque las tomaduras de cabelleras
se están convirtiendo, en este país de
guasa, en el deporte nacional,
practicado a todas horas por todos y en todo lugar patrio con una virulencia
que asusta.
Amigo Cesáreo creo que “viene a cuento” recordar que hoy más que nunca
se hace necesario gritar en la rosa de los vientos alcoreños, tu preferido
slogan de “¡Menos royo y más manteca al bollo!”. Y en este caminar nuestro de
“mayores”, creo también que “viene a pelo” la necesidad de rapar a más de uno,
más de dos y más de tres, hasta que sus entendederas sean capaces de entender
que somos hombres, creados para vivir y morir como hombres.
Un
abrazo muy fuerte, amigo Cesáreo, porque hoy “viene a cuento”, porque hoy
“viene a pelo” y porque se me apetecía incluirte en este intrascendente y poco
dañino memorándum que me mantiene “despierto” en este querido rincón sureño.
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