domingo, 7 de octubre de 2018





Jueves, 24 de mayo de 2018. 

A 365 días de recibir el título de OCTOGENARIO y celebrar LAS BODAS DE ORO. Premios otorgados caprichosamente por quien corresponda.



     Llegar a los ochenta es, siempre, regalo bien recibido; mas, si gozas de una buena salud y tienes la fortuna de estar bien acompañado, el gozo se agiganta, se engrandece y se convierte en celebrado premio.

     Resulta imposible conocer  o hacer un listado de méritos que justifiquen la recepción  de esta recompensa, y, por supuesto desconocemos, a nuestro pesar, al donante de tal  gracia, si lo hubiera. La mente humana, sobrada de carencias, pretende identificar al citado donador con los dioses, con un Dios con consideración de verdadero, con el destino y con un largo etcétera de condiciones que favorecen nuestra permanencia en la frágil y cambiante nómina de los vivos.

     Por todo lo anterior, egoístamente, me apartaré de elucubraciones inservibles y de investigaciones infructuosas y me alistaré en el ejército de los que piensan, acertados o no, en que la vida hay que vivirla al límite, olvidando sus mantras de brevedad
y de inevitable muerte.

    Cubierto con una coraza de optimismo y esperanzado en  llegar a la meta de los Ochenta, me marco la tarea de asomarme al ordenador, fiel y silente compañero, todos los días precedentes al 24 de mayo del 2019, para  dejar constancia escrita de la irrepetible aventura de llegar a ser nombrado OCTOGENARIO.

Acompaño esta introducción con un poema, a modo de sencillo romance. Son primeros pasos de este experimento festivo.

                   

OCTOGENARIO

La vida, voluble dama,
mujer de días contados,
pone pegas, pone trabas,
lastra con sus fieles manos,
la longitud de los días
y del feliz cumpleaños.

La vida, señora afable,
cuando huele a Octogenario,
le upa la bilirrubina,
la tensión, el marcapasos,
y otras muchas zarandajas
del enfermo imaginario,
procurando a toda costa
avivar el calendario,
entre los hombres que cumplen
los felices ochenta años.

Octogenario es gran premio,
para todo ser humano,
para el que al raso, mora,
o vive en rico palacio,
para el que sueña despierto,
para el que nunca ha soñado,
para el que ama el silencio,
para el que busca trabajo,
para todo bien nacido
que esté vivo y coleando.

Octogenaria es la puerta
del que aspira a centenario,
aunque aquesta broma suene
a capricho serio y caro.

Ya me hallo en el camino,
en la ruta, ya me ando,
con zapatos de esperanza,
sin prisas, con firmes pasos,
que más vale llegar bien
que perderse en los rellanos,
con ropajes de intentonas
y de doloso fracaso,
antes de cruzar la meta
de bendito Octogenario.




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