A 364 días…
LAS BODAS.
Son muchas las BODAS a celebrar. Apartado del tema de los divorcios
donde cada uno, con su cada una, construyen sus respectivas anulaciones de
éstas, abriendo puertas, hoy con inusitada frecuencia, a nuevas repeticiones de
esta primeriza celebración, señalo listado de las mismas: En primer lugar, la
BODA a secas, la de apariencia eterna, “lo que Dios una que no lo separe el
hombre”, la del “para siempre”, la de “para toda la vida”, la de buscar
ansiosamente, fecha, lugar de celebración, excelente catering, lista de
invitados (siempre problemática), cura celebrante, padrinos, damitas y damitos,
ropaje de los novios y testigos, y un largo etcétera de aditivos y complementos,
sin los cuales, la Boda quedaría
incompleta, ante los ojos de los criticones de turno, que siempre los hay.
Después de este primerizo ensayo de Boda, nos llega la segunda, la nominada
BODAS DE PLATA. Aquella que nos permite hacer público, si no hay hipocresía,
que acertamos en las respectivas elecciones, en la unión, en la superación del
aguante mutuo y, como grande premio, en la continuidad del amor de la pareja
como carburante imprescindible para la supervivencia de la misma. El listado de
celebrantes de la tercera, las BODA DE ORO, mengua en el correr del tiempo,
mientras crece el número de viudos y viudas, estado que imposibilita, a pesar
de muchos, la apreciada y deseada celebración. En ella encontramos, en la
mayoría de sus casos, la confirmación de
éxito matrimonial, la fortuna de disfrutar con la pareja de un amor diferente,
menos pasional, menos carnal, más auténtico, más comprensivo, menos exigente,
menos egoísta, más sabio y justo y, sobre todo, más necesario. En cuarto lugar encontramos las BODAS DE
PLATINO, premio para un número muy reducido de parejas que, más que todo,
estarán pensando en sobrevivir dignamente, lejos de celebraciones.
MIS BODAS
Me casé porque yo quise
con la mujer de mis sueños,
con la madre de mis hijos,
con la abuela de mis nietos.
Me casé , morena mía,
en la iglesia de tu pueblo,
porque quise yo cambiar
mi estigma de forastero,
sin poderme imaginar
que, en el transcurrir del tiempo,
los vecinos de tu alcor,
me otorgaran el gran premio
de nombrarme hijo adoptivo
y vecino predilecto.
Me casé, en segunda nupcias
con la dama de estos versos,
por cumplir Bodas de Plata,
en aqueste Alcor Visueño.
Y si el tiempo no lo impide
nos casaremos de nuevo,
para firmar Bodas de Oro,
¡Vaya tela, que gran premio!
Me casé, mujer visueña,
escribiendo versos nuevos,
natos en los desvaríos
de este trovador viejo
que, entre dudas y certezas,
quiere conseguir sus sueños
de cumplir cincuenta años,
junto a ti, querido cielo.
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