RÉQUIEM POR UNA MANO ABIERTA
Ni El Viso se lo
merece ni, los de la manita abierta o los del olivo joven, se lo merecen. Un
réquiem es algo muy serio, es algo triste y no deseado, es algo fúnebre y
luctuoso. Un réquiem es el sombrío canto a la muerte, a la terrenal
desaparición, a la partida definitiva hacia la insoportable nada.
Y
¿Qué hicimos para merecer tan grande castigo? o ¿Qué no hicimos para recibir
tan grande correctivo? Preguntas que vagan insolentes por los alcores visueños
esperando acertadas respuestas de todos y de nadie.
Y
llegado el triste e insolente momento de la desaparición de los sueños utópicos, de las quimeras
regeneradoras, de los ilusionantes grandes ideales, no nos quedan lágrimas, nos
sobran fatalismos e incomprensiones.
Y
en las cercanas páginas de la historia de El Viso, tuvimos, por más de una década,
Alcaldes de la mano abierta, del añorado andalucismo. Alcaldes que salieron
como llegaron, limpios de manos, de bolsillos y de almas, y que regresaron a su
hacer cotidiano sin traumas, sin alardes, sin añoranzas y sin olvidos.
Y
hoy, entristecidos, acongojados por la indiferencia de los muchos visueños que,
en otros tiempos, nos acompañaron, sólo nos queda el reconocimiento de nuestro
fracaso, el respeto a una democracia por reinventar, el apego solemne e
irrenunciable a nuestra tierra, Andalucía y, sobre todo, el deseo de que la
siembra de Blas Infante fructifique para bien de El Viso, Andalucía, España y
la Humanidad.
Y
después de la desaparición del “Andalucismo visueño”, no sería mala idea
inventar un “Visueñismo” solidario y realista, sin ñoñerías, alejado de los
fatídicos populismos salvadores y enemigo de la corrupción.
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