LA JAULA DE EXTRAÑOS ZAPATOS ( X )
En tanto que el forastero
con
aire apacible y calmo
en un rincón de la lonja,
cómodamente sentado,
pretende pasar la noche
sin amparo, al cielo raso,
bajo millones de estrellas
que le están acompañando
y de luna redondita
que cree que le está mirando
y que consejos le da,
no siempre, de vez en cuando.
Llegada la media noche
con su flauta de alabastro
para los que quieran oírla
música va regalando;
es tan dulce, que parece
que del cielo está bajando,
como buscando refugio
en aquel lugar sagrado;
sin embargo, los michinos
van locos por los tejados,
siendo tres docenas de ellos,
queriendo encontrar entrada
por torre del campanario,
los que allí se han congregado
para esconderse en la cripta
donde se entierran los santos.
Muchos fueron los vecinos
que de tal música gozaron,
aunque cuando ellos despiertan
todo aquello lo olvidaron;
mas el que al siguiente día
llevose gran sobresalto
es el cura cuando llega
a la iglesia del poblado;
nada más abrir la puerta
el olor le deja helado,
jamás tan fétido tufo
había llegado a su olfato,
haciendo un gran esfuerzo
y con el rostro tapado
atraviesa sin pararse
el pasillo, entre los bancos,
hasta llegar al altar
donde no se nota tanto
y dar en la sacristía,
donde está el cuadro de mando,
para iluminar el templo
y ver lo que está pasando.
en un rincón de la lonja,
cómodamente sentado,
pretende pasar la noche
sin amparo, al cielo raso,
bajo millones de estrellas
que le están acompañando
y de luna redondita
que cree que le está mirando
y que consejos le da,
no siempre, de vez en cuando.
Llegada la media noche
con su flauta de alabastro
para los que quieran oírla
música va regalando;
es tan dulce, que parece
que del cielo está bajando,
como buscando refugio
en aquel lugar sagrado;
sin embargo, los michinos
van locos por los tejados,
siendo tres docenas de ellos,
queriendo encontrar entrada
por torre del campanario,
los que allí se han congregado
para esconderse en la cripta
donde se entierran los santos.
Muchos fueron los vecinos
que de tal música gozaron,
aunque cuando ellos despiertan
todo aquello lo olvidaron;
mas el que al siguiente día
llevose gran sobresalto
es el cura cuando llega
a la iglesia del poblado;
nada más abrir la puerta
el olor le deja helado,
jamás tan fétido tufo
había llegado a su olfato,
haciendo un gran esfuerzo
y con el rostro tapado
atraviesa sin pararse
el pasillo, entre los bancos,
hasta llegar al altar
donde no se nota tanto
y dar en la sacristía,
donde está el cuadro de mando,
para iluminar el templo
y ver lo que está pasando.
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