48 .- ¡ BUENOS DÍA, MARCELA ! ( III )
( Un cuento de un alfarero y de una flor )
¡ Buenos días, Marcela !
Todas aquellas criaturas que formaban el circunstancial jurado cuando la observaron sintieron lo mismo, un escalofrío agitó sus cuerpos, su respiración se vio alterada y una ligera sensación de mareo les hizo enmudecer por unos instantes. Ellos estaban realizados por el mismo material y moldeados por las mismas manos. La flor la última obra del alfarero antes de su muerte.
¡ Qué momento para la gratitud!
Pero no, no era cuestión de momentos, si por supuesto de gratitudes.
Ellas ya habían aprendido de los mortales. Tuvieron miedo del qué dirán; la envidia pellizcó en sus mentes. El intruso que no venía sólo, sino acompañado del fiel amigo del intruso, jugaron a lanzar la piedra y a esconder la mano; el cuentacuentos estaba preocupado por cuestiones más trascendentes que por una simple flor y pasó, pasó el tiempo..., mientras que otros huían y metían sus cabezas entre las alas, antes de que se produjera la desbandada silenciosa.
El premio tuvo que ser o tenía que ser para otra de sus obras, no para la flor, que al anochecer lloró lágrimas de plata, que aún la hicieron más hermosa.
El alfarero desapareció misteriosamente y por más que lo buscaron nadie dio con su paradero. ¿Dónde se habrá metido el anciano? Todo tipo de historias corrieron por el lugar, en tanto que todos los participantes iban retirando sus obras, hasta que sólo quedo encima de la mesa la flor.
Nadie acudía a recogerla y nadie se atrevía tampoco a tocarla.
Pasaron los días y los días, como en todos los cuentos, la memoria se hizo más frágil, los escrúpulos fueron despareciendo, hasta que un día, la criatura que la envió al desmérito se atrevió a tocarla, con cierta timidez primero, con descaro después, para terminar cogiéndola sin que le pasara nada la introdujo en su armario.
¡ Qué alivio no verla !
Pero, ¡ Ay, qué desdicha ! Al siguiente día otra vez estaba encima de la mesa, sin que nadie supiera ni el cómo ni el cuándo.
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