SÓLO SÉ QUE NO SÉ NADA
Sólo
sé que no sé nada,
dijo un sabio popular,
sorprendiendo a todo el mundo
por su forma de pensar.
Si era tenido por sabio
por su pueblo en general,
cómo él se consideraba
destacado en su ignorar.
No sería falsa modestia,
alguno podía opinar
o extraño galimatías
en su aquel filosofar.
Lo cierto es que cada día
menos sabía al saber más,
porque lo desconocido
aumentaba sin cesar.
Conformándose diciendo
en alarde de humildad,
que algo al menos conocía,
ignorando lo demás,
esto de no saber nada
como cierto y natural,
que dejaba boquiabierta
a toda la antigüedad.
Este extraño pensamiento,
devenido en inusual,
encerraba dura crítica
al ignorante y patán,
que por antaño, como ahora,
sí debieron de abundar.
Sin duda aquel sabio griego
conocía su realidad,
al presumido pedante,
falso erudito y vulgar;
al sabelotodo de turno,
falto de profundidad;
al sabidillo de siempre,
necio y bobo además;
al listillo medio lerdo,
parásito en sociedad;
al taimado, bien ladino,
siempre queriendo engañar;
al sagaz, sutil sujeto,
que siempre intenta medrar
con el poco esfuerzo suyo
y a costa de los demás;
a los que mal aprendieron
la cultura universal,
convirtiendo su saber en
batiburrillo total.
Seguro se conformaba
con su aparente ignorar,
con ejercer como humano
que practicaba el pensar,
incitando a sus coetáneos
a conseguir la verdad,
en la búsqueda constante
de la ansiada libertad,
que al final terminaría
en áurea felicidad.
dijo un sabio popular,
sorprendiendo a todo el mundo
por su forma de pensar.
Si era tenido por sabio
por su pueblo en general,
cómo él se consideraba
destacado en su ignorar.
No sería falsa modestia,
alguno podía opinar
o extraño galimatías
en su aquel filosofar.
Lo cierto es que cada día
menos sabía al saber más,
porque lo desconocido
aumentaba sin cesar.
Conformándose diciendo
en alarde de humildad,
que algo al menos conocía,
ignorando lo demás,
esto de no saber nada
como cierto y natural,
que dejaba boquiabierta
a toda la antigüedad.
Este extraño pensamiento,
devenido en inusual,
encerraba dura crítica
al ignorante y patán,
que por antaño, como ahora,
sí debieron de abundar.
Sin duda aquel sabio griego
conocía su realidad,
al presumido pedante,
falso erudito y vulgar;
al sabelotodo de turno,
falto de profundidad;
al sabidillo de siempre,
necio y bobo además;
al listillo medio lerdo,
parásito en sociedad;
al taimado, bien ladino,
siempre queriendo engañar;
al sagaz, sutil sujeto,
que siempre intenta medrar
con el poco esfuerzo suyo
y a costa de los demás;
a los que mal aprendieron
la cultura universal,
convirtiendo su saber en
batiburrillo total.
Seguro se conformaba
con su aparente ignorar,
con ejercer como humano
que practicaba el pensar,
incitando a sus coetáneos
a conseguir la verdad,
en la búsqueda constante
de la ansiada libertad,
que al final terminaría
en áurea felicidad.
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