viernes, 7 de junio de 2024

VIVENCIAS DE UN AÑO MÍTICO, 1992

 
MIÉRCOLES, DÍA 12 DE AGOSTO

DEMASIADA TENSIÓN

                    De los pocos recuerdos que tengo de mi infancia, no porque lo viviera, sino porque así me lo contaron los míos, ya que nuestro padre muere cuando teníamos algo más de dos años, tuvo la felicidad de comprarnos un cochecito de pedales y de dos plazas, que según mis mayores el que siempre lo conducía era mi hermano, corriendo a esas edades con el riesgo de algún que otro choque con la pared y multitud de rayaduras en las paredes del largo pasillo de nuestro hogar. Esto lo cuento como un aviso, sin ninguna otra intención.
                    Estoy plenamente convencido de que hay personas, que sin ser profesionales del automóvil, se sienten felices  y contentos cuando llevan entre sus manos un volante. Yo no me encuentro entre ese grupo; de tal manera que cada vez que tengo que emprender algún viaje mi tensión aumenta; casi nunca voy seguro y mi tosudez en ocasiones de negarme a ello, no es fruto más que de mi miedo y de la inseguridad; sobre todo cuando tengo que introducirme por rutas desconocidas o poco recordadas. Una vez en la carretera pienso que soy del montón; quizás algo reservón, poco atrevido y demasiado pendiente de todo y de los demás.
                    Por todo lo anterior, cuando estos concluyen respiro tranquilamente y es lógico que llegue más agotado que otros, que como señalaba al principio, disfrutan.
                    Y si además, cuando llegas a casa se encuentro uno con la noticia de que uno de mis hijos no puede estudiar nada de lo que quiere -triste panorama universitario el nuestro- y que tendrá irse a la Facultad de Informática o de Estadística, que a él no le dice nada; aún te vienes más abajo.
                    Por ello, cuando Adela me preguntaba si estaba enfadado por lo del viaje, le respondí que no, porque no era enfado lo que tenía, sino un cúmulo de tensiones y disgusto que te dejan planchado.
                    Lo que no me explico es como fui capaz, después de la jornada laboral y durante cinco años, el ir a Sevilla a la Facultad, en coche y solo, dejando en casa a mi mujer y a mis tres niños, para conseguir la Licenciatura en Filosofía y Letras. 



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