193 .- LOS SASTRES DE LOS FANTASMAS
CAPÍTULO CUARTO
Mas, cuán grande es mi sorpresa
al oírlos a mis espaldas,
como si su ejecutor
estuviera en la mía sala.
Despacio, yo me volviera,
todo mi cuerpo temblaba
y aunque nada extraño viera,
estas quejas continuaban,
llegándome a los oídos,
cada vez mucho más claras,
incluso distinguir puedo
algunas de sus palabras,
que dejan bien traslucir
las penitas que le embargan.
como de brisa que entrara
en aquella habitación,
donde el misterio se instala.
Miro para todas partes
y continúo sin ver nada,
sin embargo, pronto noto
que mi ánima se calmaba.
Sentándome bien tranquilo
en sillón, junto a mi cama,
esperando que el espectro
sus pesares, me contara,
pues ya no tuviera dudas
que trátase de un fantasma.
una silla se desplaza,
hundiéndose el suyo asiento,
como si alguien la ocupara
y con suma cortesía
aquel individuo me habla,
no perdiendo su amargura
par de guantes me reclama,
para cuando él se los ponga
yo supiera donde estaba,
contándome con tristeza,
causas por la que penaba,
que mucho tenían que ver
con el desdén de su amada,
a la que en oscura noche,
noche que fuera nefasta,
en cueva de aquel Castillo,
con crueldad la encadenara.
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