192 .- LOS SASTRES DE LOS FANTASMAS
CAPÍTULO TERCERO
con una amplia balconada
que se asomaba a la Vega
y de su visión gozaba;
volaba dicho balcón
sobre una grande barranca,
que no te invita a mirar,
porque vértigo te daba,
y que en su base presenta
antiguo foso, sin agua
y una muy profunda cueva
que toda la roca horadaba,
sobre la que el Parador,
majestuoso se levanta,
sin que ningún lugareño
supiera donde llegaba.
Con el portón bien abierto
y en noche de chicha calma,
desde mi lecho bien blando,
mil estrellas contemplaba
y luna con grande cerco,
que casi me hipnotizaba,
llevándome a un duermevela
que mi reposo inquietaba.
Cuando los huéspedes duermen,
en ya larga madrugada,
amargos lamentos se oyen,
posándose en mi almohada,
sin que tuviera conciencia
de ser real, lo que escuchaba,
o fuera parte de un sueño
que mi mente fabricara.
que de mi sopor me sacan,
con tal claridad los oigo
que me arrojan de la cama,
paréceme que provienen,
cuando al balcón me asomara,
de la caverna de abajo,
de la cual no veo su entrada,
porque un frondoso matorral
casi por completo la tapa.
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