lunes, 28 de agosto de 2023

UN AÑO ANTES DE LAS BODAS DE ORO

                                                                CELEBRACIÓN 

                                                                 Capítulo Cuarto


                    Momento a destacar en la recién terminada ceremonia, fue el regalo del “aleluya” de Cohen interpretado por Alejandra al violín y, a la guitarra, Diego, al que se sumaron las voces de los asistentes, de forma espontánea e improvisada, al sonar el estribillo. Puntazo para los marbellíes


                    Después de todo lo anterior, un emocionado abrazo, personalizado, de Rosa y mío a todos los invitados, procurando no dejarnos ni uno, para sentir el calor y la afectividad mutua entre todos nosotros.




                    En una admirable coordinación, en una continuación, sin pausa, los “servidores” del Catering La Vega, bajo la tutela de su creador José Antonio Cordero, grande amigo, comenzaban el ofrecimiento a los asistentes de las primeras viandas del completo ágape a servir.


                     La gran piscina y su verde entorno, convertidos en singular comedor, creaban un mágico espacio. La llegada de la noche y el encendido de las guirnaldas de luces junto a las bajas y altas mesas y sus correspondientes sillas ocupadas informalmente por los invitados, aumentaban la calidad de la celebración. Cada uno se instaló, a su gusto, en el grupo apetecido, o permanecieron, cual nómadas, de un lado para otro “picoteando” en las diferentes conversaciones de los diferentes momentos y agrupamientos.



                    En un alto de la “manducancia”, Diego, mi hijo mediano en nacimiento; Pepe, mi querido hermano y yo, después un brevísimo y único ensayo, quisimos dedicar a la “novia” la bonita melodía “Contigo en la distancia”, del cubano César Portillo, compuesta en 1946. No resultó mal el pretendido y consumado acto musical, siendo incluso felicitados con vítores y aplausos de los presentes. Rosa se merecía eso y algo más y no me resistí, a pesar de su manifiesta resistencia, a piropearla en público, leyéndole un poema a ella dedicado, titulado “Cuando te veo bailar” (Me reservo los comentarios y los sentimientos despertados en aquellos, para mí, mágicos momentos)



                    Y llegó de nuevo la bella palabra, esta vez en boca de Clemente. Nos sorprendió a todos con un contenido emotivo, rotundo, sentido y trascendente. Con la entonación apropiada y justa sin quedarse en la empalagosa cursilería del hijo pródigo agradecido, ni en la pedantería del hijo sabelotodo. ¡Gracias, Clemente!



                    Mamen, nuestra querida ahijada, fam
osa y encantadora animadora de todas las familiares fiestas, incansable “locuela”, metida de lleno en casi todos los líos festivos de la familia, nos dedicó un sencillo y emotivo parlamento que nos llegó a lo hondo, a lo más profundo de nuestro ser. Marimel, nuestra pequeña “hermana” de Melilla, no quiso ser menos y visiblemente emocionada nos dedicó un bonito escrito. Una legión de voluntariosos, yacaramealitos” por la ingesta de alcohol, se sumaron a las improvisadas intervenciones. En todas ellas, el motor de lo expuesto, siempre fue la familia, los recuerdos, las anécdotas familiares, los encuentros y las fiestas.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario