CELEBRACIÓN
Capítulo Cuarto
Momento a destacar en la recién terminada ceremonia, fue el regalo del “aleluya” de Cohen interpretado por Alejandra al violín y, a la guitarra, Diego, al que se sumaron las voces de los asistentes, de forma espontánea e improvisada, al sonar el estribillo. Puntazo para los marbellíes
Después de todo lo anterior, un emocionado abrazo, personalizado, de Rosa y mío a todos los invitados, procurando no dejarnos ni uno, para sentir el calor y la afectividad mutua entre todos nosotros.
En una admirable coordinación, en una continuación, sin pausa, los “servidores” del Catering La Vega, bajo la tutela de su creador José Antonio Cordero, grande amigo, comenzaban el ofrecimiento a los asistentes de las primeras viandas del completo ágape a servir.
En un alto de la “manducancia”, Diego, mi hijo mediano en nacimiento; Pepe, mi querido hermano y yo, después un brevísimo y único ensayo, quisimos dedicar a la “novia” la bonita melodía “Contigo en la distancia”, del cubano César Portillo, compuesta en 1946. No resultó mal el pretendido y consumado acto musical, siendo incluso felicitados con vítores y aplausos de los presentes. Rosa se merecía eso y algo más y no me resistí, a pesar de su manifiesta resistencia, a piropearla en público, leyéndole un poema a ella dedicado, titulado “Cuando te veo bailar” (Me reservo los comentarios y los sentimientos despertados en aquellos, para mí, mágicos momentos)
Y llegó de nuevo la bella palabra, esta vez en boca de Clemente. Nos sorprendió a todos con un contenido emotivo, rotundo, sentido y trascendente. Con la entonación apropiada y justa sin quedarse en la empalagosa cursilería del hijo pródigo agradecido, ni en la pedantería del hijo sabelotodo. ¡Gracias, Clemente!
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