Miércoles, día 23 de agosto
NO PUDO SER
Algunas horas de mi estancia veraniega las paso junto a jóvenes amantes del baloncesto, ya que en el estío todos los años se organiza un torneo de este deporte que cuenta con una notable movida en su torno. Si a ello se le une que en uno de los equipos juega José Ángel, mi hijo, cuando juega, que es poco en verdad, y Nacho, mi sobrino, el de Antonio e Isa, que no lo hace mal, pero que se dispara con demasiada facilidad por su exceso de amor propio y que junto a otros amigos son de los favoritos; y que este deporte, incluso antes de que fuéramos conquistados por la NBA ya me encantaba, llegando a ser hasta árbitro de Primera; parece lógico que me encontrara en esta movida como uno más.
Hoy jugaban la semifinal contra los ganadores de la edición anterior y que posiblemente lo serán de esta y a punto estuvieron los nuestros de dar la sorpresa. Después de ganar en el primer tiempo, se vieron ampliamente aventajados en el segundo, cuando la situación podía haber sido más propicia, si no hubieran mediado situaciones algo extrañas y que daban la impresión de que tiene que ganar el que tiene que ganar; entre los que se encuentra el organizador del torneo, que para eso lo organiza el chico.
Los árbitros, sin intención de perjudicar ni beneficiar a ninguno de los equipos contendientes, el hecho de ser camarero de la Alburraca es anecdótico, pero al inhibirse en jugadas claves y comprometidas, al no pitar lo que debieron, favorecieron al equipo de menor banquillo y que para eso fueron puestos en este partido. Pues de haber pitado como el reglamento manda el equipo ganador hubiera terminado en cuadro y por supuesto, no como lo hizo.
Otro verano será, Nacho y José Ángel, y aprended una lección, que mientras no
cambie el reglamento y la organización, la única táctica para ganar es la que
lleva a introducir, por lo menos un punto más en la canasta del adversario.
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