Y llegamos a la centena
100 .- AL CIEN
Hoy, llegué al poema cien,
de este poemario incierto,
con cien versos dedicados
al cien, un número entero.
El cien goza de dos ruedas
para cruzar cien senderos,
y un palote abastonado
para cuando sea viejo.
Las ruedas marchan deprisa,
el uno actúa de freno.
El cien tiene dos canicas
para jugar con el tiempo,
y un estilizado palo
como guía y compañero.
Las canicas son redondas,
el uno es delgado y esbelto.
El cien es doble monóculo
para ver bien claro el cielo,
el uno marcha delante
como ferviente escudero.
Los monóculos son ojos,
el uno, vela por ellos.
El cien, guarda dos monedas
en sus cien arcones nuevos,
el uno, su fiel amigo,
es la llave de sus sueños.
Las monedas son de plata,
el uno, de puro acero.
El cien conserva dos pozos
con aguas de cien veneros,
el uno, que los precede,
bebe en sus brocales nuevos.
Los pozos son de aguas claras,
el uno es suspiro fresco.
El cien tiene dos rosquillas
de azúcar y caramelo,
el uno es el pirulí,
que nos comemos primero.
Las rosquillas son hermanas,
el uno, su amigo eterno.
El cien son dos claraboyas
de un centenario velero,
el uno es el viejo mástil
que dribla a los recios vientos.
Las claraboyas se cierran,
el uno, siempre está abierto.
El cien lleva dos aretes
en su numérico cuerpo,
el uno es el palitroque
del extremo delantero.
Los aros ruedan que ruedan,
el uno, se queda quieto.
El cien tiene dos platillos
redondos como panderos,
el uno es la baquetita
para golpear en ellos.
Los platillos se deslizan,
el uno, baila derecho.
El cien es la bicicleta
que usamos en el colegio,
el uno marcha delante,
marcándole un ritmo lento.
La bici quiere correr,
el uno, la para en seco.
El cien fabrica dos pompas
con jabones de alto precio,
el uno es fino tubito
para lanzarlas al cielo.
Las pompas son de cristal,
el uno, de hilo está hecho.
El cien se va por la mar
con dos salvavidas nuevos,
el uno siempre delante,
delante de los dos ceros.
Los salvavidas son blancos,
el uno, de color negro.
El cien tiene dos anillos
para un feliz casamiento,
el uno es la fina vela
que ilumina el gran evento.
Los anillos son de boda,
el uno, de un viejo cuento.
El cien tiene dos placitas
arenadas con albero,
el uno es el fino estoque
que utilizan los toreros.
Las placitas son redondas,
el uno, de rígido hierro.
El cien cuenta con dos bolas
para un mágico sorteo,
el una es la gran batuta
que dirige este concierto.
Las bolas regalan suerte,
el uno, reúne versos.
Acabo de recorrer
el centenario sendero
del poema dedicado
al cien del uno y dos ceros,
mañana será el ciento uno,
el que me robe los versos.
Costa Ballena, 8 de Agosto de 2022
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