43.- LA PERDIDA JUVENTUD
Gastamos la juventud,
apenas, sin darnos cuentas,
y al echar la vista atrás,
sentimos profunda pena,
por las mieles que dejamos
en rica y joven colmena.
El tiempo se fue volando,
con vuelo de ave ligera,
llevándose entre sus alas,
nuestra juventud primera.
Ahora penamos castigo
en la madurez severa,
lejos de la juventud,
rumiando nuestras tritezas,
sin poder recuperar
ni un grano de su cosecha,
labrada con locas prisas,
y con sonadas torpezas.
Se rompieron muchos sueños,
se agotaron las sorpresas,
se olvidó la fantasía,
se secaron las ideas
que, en aquel joven entonces,
rondaban nuestras cabezas.
En horas de desvarío,
de la madurez serena,
yo quise volver a ser
el joven que antaño era.
La sinrazón ofuscó
mis cortas entendederas
y, ni corto, ni perezoso,
me puse yo a la tarea.
Traté de hacer en mi cuerpo
metamorfosis extrema,
cambiar madurez casposa
por juvenil apariencia.
Teñí mis canas de plata
y me pelé a su manera,
busqué, en los viejos armarios,
algunas juveniles prendas
y, en algunos ratos libres,
traté de aprender su jerga.
Todo sirvió, para nada,
todo se quedó en pirueta,
nada podemos hacer,
no existe ninguna fuerza,
capaz de recuperar
una pizca de existencia,
gastada por esta vida
de inconformidades, llena.
La juventud se nos fue
montada en barca de penas,
hacia un ignoto lugar
muy cerca de las estrellas,
allí morarán por siempre,
entre recuerdos y quejas,
donde nuestra pobre mente,
con su querer, no llega,
donde la diosa Fortuna,
su vuelta, siempre nos niega.
Perdí yo, la juventud,
apenas, sin darme cuenta,
hoy, en plena madurez,
la recuerdo con tristeza,
por las mieles que dejé
en rica y joven colmena.
El Viso del Alcor, 12 de Junio de 2022
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